Los célticos se autoconfirman en Madrid

Julio Álvarez- Buylla VIGO

GRADA DE RÍO

LOF

El cuadro vigués salió atrevido y activo, aceptando el reto del riesgo

10 feb 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Se enfrentaba el Celta a ese equipo que parece que siempre juega a medio gas, que parece que puede hacer algo más, pero que a la postre se puede decir que coincidiendo con la llegada de Simeone es el más regular de esta última década en la que no ha abandonado el podio de la Liga.

El Celta salió atrevido y activo, aceptando el reto del riesgo. En ataque mostró confianza desafiando la presión local sin acudir al juego directo y dominando los carriles laterales por donde encontraba los espacios para llegar. Además, de inicio incomodó al líder con un inteligente posicionamiento defensivo en el que alternó la presión en campo rival con un repliegue que regalaba el balón a unos centrales locales incapaces de encontrar líneas de pase que pudieran superar por dentro al medio campo vigués. Así que el escaso bagaje ofensivo de los locales se generaba de las opciones de segunda jugada que partían fruto de los envíos largos desde la retaguardia rojiblanca.

El Chacho y Simeone pasaron de los elogios del prepartido a la guerra táctica. Una contienda dirimida en dos batallas de signo distinto y que terminó sin ganador práctico, pero sí moral. Fueron los vigueses quienes acertaron en cómo hacer daño a un equipo con tres centrales y dos carrileros. Porque el plan del Celta era bueno. Dos delanteros fijando a los centrales, Nolito y Brais por dentro para provocar superioridad en el medio campo obligando a Koke y a Saúl a ayudar a Kondogbia.

Una situación que daba protagonismo al pulso por ganar la batalla de las bandas. Una batalla táctica e incluso psicológica en la que el ganador dominaría y obligaría al repliegue de su par. Ese tira y afloja que a menudo siembra la duda del jugador, entre sumarse al ataque y desguarnecer su espacio o no subir y entregar la iniciativa ofensiva a un rival que huele esa incertidumbre.

Y esto pasó en la primera parte en la que Llorente y Lodi, dos carrileros de amplio recorrido, apenas cruzaron el medio del campo más pendientes de defender que de aproximarse por el área viguesa. Por el contrario, los espacios en las bandas fueron bien aprovechados por los celestes, que encontraron con Hugo la posibilidad de generar una vía de agua en un equipo que precisamente no se caracteriza por este tipo de concesiones.

El Atlético, que neutralizó la ventaja celeste justo antes del cese temporal de las hostilidades, leyó la situación y, dándose cuenta que le sobraba un defensa y le faltaba un centrocampista, movió ficha recurriendo al viejo manual de guerra que tantas victorias les había otorgado en el pasado. El regreso del 4-4-2 equilibró a un Atlético que se encontró en ventaja en la contienda incluso antes de poder comprobar las bondades del cambio. La incorporación de Torreira ensanchó la línea de medio campo desplazando a Koke y Saúl a las bandas y los vigueses, sin espacios, empezaron a encontrar problemas para generar el juego ofensivo. Con el paso de los minutos, el Atlético ejercía de Atlético. Esa capacidad de los madrileños para dejar morir el partido no encontró réplica con los cambios de Coudet hasta que apareció el ingenio de Aspas, que hoy por hoy es capaz de cambiarlo todo o casi todo.

El Celta, en Madrid, ganó algo más que un punto. Ganó la sensación de seguir manteniendo vivo el efecto Coudet una vez superado el primer amago de crisis de identidad. O eso parece, porque en fútbol ya se sabe lo volubles que son las sensaciones.