Sus primos lo relegaban a la portería, su madre firmó su primer contrato, y será padre de nuevo dentro de unos meses tras anunciar su retirada por una grave lesión
21 may 2021 . Actualizado a las 05:00 h.En la casa de los abuelos de Sergio, cuando era niño, los fines de semana había pelotón de nietos. El fútbol era, muchas veces, el modo de entretenimiento del batallón. «Era o máis pequeno, máis que en edade, en estatura. Dicíamoslle que se puxera de porteiro e a el non lle parecía mal». José Álvarez, su primo, recuerda en el vídeo de su homenaje como se revolvía para atajar los tiros. «Grazas a iso cheguei a Primeira División».
Enrique Moure fue su primer entrenador. «De todos os rapaces, o que estaba absorbendo toda a información como unha esponxa cós ollos coma platos, ese era Sergio». Su padre, José, estira el orgullo mientras teclea en la memoria. «Nos campos, a xente dos outros equipos aplaudíalle. Ía buscalo o sair de traballar porque era moi pequeno, e igual o roubaban ou algo... Unha vez perdeuse no autobús e marchou con outro entrenador». En el Arousa pasó la niñez y la adolescencia. Se quedó por debajo del metro ochenta. Pero nunca renunció a estirarse más y mejor. «Uniu esforzo, compromiso, sacrificio, traballo e, sobre todo, talento... e eses foron os seus froitos», cuenta Iván Castro, compañero en aquellos tiempos.
En el Celta, a Sergio la oportunidad le llegó a los 17 años. Su primer contrato lo firmó su madre, Concha, con Atilano Vecino, actualmente a cargo de las relaciones externas del club. «Me dijo: ‘Llegaste, pero lo difícil es mantenerse’. Eso me ha acompañado siempre», recordaba emocionado. Concha no lo ve tan distinto otros 17 años después: «É a misma persoa que cando era neno. Non cambiou, o contrario. Eu creo que aínda é máis humilde agora do que era antes. Para todo, non só para o fútbol. O orgullo máis grande que podo ter é un rapaz con esa forma de ser».
En el vestuario, todo son palabras de elogio. «Más allá de lo buen tío que es, más allá de si juega o no juega, me quedo con su profesionalidad. Es un emblema para el club», subraya Iago Aspas. Su compañero bajo palos, Rubén Blanco, lo pone como ejemplo: «El estereotipo que hay de futbolista, de deportista, no solo desempeñando su función, también fuera del campo lo representa Sergio en su totalidad. La constancia, el trabajo y la perseverancia».
Esa insistencia, esa disciplina inquebrantable con el siguiente esfuerzo, ha sido siempre su carné de identidad. «Esté lesionado, esté en la grada, esté jugando, esté en el banquillo, en el vestuario, en el entrenamiento... es su día a día», dice otro de sus compañeros de fatigas, Hugo Mallo.
«Es una de las personas con más fuerza interior que yo conozco y la contagia a todos los que tiene alrededor. Si me transmite eso a mí, que soy mayor que él, imagínate lo que puede ser con los chicos de la base», le regala Borja Oubiña. Ahí puede estar su futuro una vez que avance en su recuperación. «Querería traballar con porteiros pero tamén me gusta ver os partidos e analizalos, non descarto nun futuro ser adestrador». Sergio cursa, en Pontevedra, el nivel 3. «Vai seguir vinculado o fútbol», mantiene su padre. Mientras se recupera, le toca centrarse en su familia. Junto a Carla Figueiras, su pareja, volverán a ser padres. «Novas aventuras nos esperan e vivirémolas coa mesma enerxía. Será tan feliz como foi nestes anos no Celta», dice ella.
Cuando llegó a Vigo, Eduardo Covelo, entonces entrenador de porteros le dijo: «Dicen que eres pequeño. ¿Ya sabes lo que tienes que hacer?». Sergio le aguantó la mirada y le contestó: «Si me dicen que soy bajito, saltaré más alto». Y se fue al gimnasio.