Sestao: el partido que marcó de por vida a Javier Maté

GRADA DE RÍO

El mítico ascenso se consiguió el 21 de junio de 1987

21 jun 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Javier Maté tiene mucho donde elegir, pero ni se lo piensa. Si hay un partido que le ha quedado marcado de por vida de los que disputó con el Celta es el del ascenso de Sestao el 21 de junio de 1987. Pese al paso de los años, recuerda y relata cada detalle de lo vivido ese día como si no hubiera pasado el tiempo. Y lo resume de una manera que podría resultar contradictoria, pero no lo es. Del «hicimos un partido de mierda» al «fue el partido soñado». Todo junto, el mismo día. Imborrable en su memoria.

El portero con más partidos en la historia del Celta evoca aquel duelo cuando se le pregunta por su mejor momento como futbolista del Celta y partiendo de que hubo muchos, incluidos otros ascensos. «Era un partido con muchas connotaciones. Para empezar, en la jornada 44, que ahora dicen que juegan muchos», introduce Maté. «Te juegas el ascenso contra un equipo que viene de Segunda B, tu rival es el Deportivo... Había unas connotaciones que llevaron a la primera gran manifestación de celtismo que vi. Tan impresionante que nos impactó a toda una generación», recalca.

Sostiene Maté que «el partido de Sestao daría para escribir un libro». Y en él tendría que haber un capítulo para la amenaza de bomba por la que se vieron afectados ese día. «Eran los años negros de ETA. Te despiertas el domingo que vas a jugar y te dicen que salgas a la calle. Te habían dicho que tenías que cuidarte, hidratarte, estar preparado para el partido... Y de repente te ves en la acera de un hotel en Bilbao, escoltados por la policía en una situación durísima», rememora.

En contraste con esa vivencia desagradable, «los trenes de Leri, un celtismo volcado». Y la presión que eso suponía. «Era una responsabilidad de decir: ‘Hoy no la puedo cagar’». Y no lo hizo. «No se me olvidará jamás cada detalle. El partido, las paradas que hice, como saqué, quiénes jugamos, quiénes de mi familia estaban... Se me quedó grabado porque es el partido que todo niño sueña jugar», analiza.

Insiste en que ha tenido «partidos mejores», pero sin esas connotaciones que hacen que lo recuerde al milímetro y con la misma intensidad que si no hubiera pasado el tiempo. «No te imaginas hasta dónde puede llegar la presión cuando la psición de tus manos puede mandar todo a tomar por culo. Acojona. Por eso fue el más redondo. Que seas portero y ante esa necesidad dejes la portería a cero con la solvencia y la seguridad que me comporté, es el partido que sueñas», subraya. Sin negar que en conjunto estuvo lejos de ser una delicia para el espectador. «Fuimos un equipo rata tremendo, salimos a defender. Fue una mierda de partido», dice sin tapujos, con la claridad con la que siempre se expresa.

Su sensación es la de que en el momento del final «se tiró todo Vigo al campo». Aunque también le han hablado de cómo lo vivió otra parte de la ciudad que no había viajado. «Aún me emociono cuando me encuentro a gente que me cuenta que ese día hacía un calor tremendo, estaban en Samil con le transistor y, al acabar, se puso todo el mundo a bailar». Él no lo presenció, pero como si así hubiera sido. «Es una imagen que no he visto, pero la recreo en mi mente y digo: ‘Mereció la pena entrenar 20 años para jugar ese partido’».