El Celta regala esperanza

Julio Álvarez- Buylla VIGO

GRADA DE RÍO

Xoán Carlos Gil

Convincente victoria en un Balaídos que hasta ahora se había mostrado esquivo

21 dic 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

El Celta cierra el año con una convincente victoria en un Balaídos que hasta ahora se había mostrado esquivo. Los vigueses impusieron su ritmo y sacaron lustre a sus virtudes ante un rival que les planteó el partido perfecto para los intereses de los celestes. Los visitantes se quedaron en todo a medio camino, siendo blandos en defensa y sin capacidad en ataque para romper la, por momentos, asfixiante presión viguesa. Pero, evidentemente, esto no resta ni un ápice de mérito a una victoria como local que se hacía esperar desde hace casi tres meses.

Ante el Espanyol hubo varias buenas noticias, amén del resultado. Se puso de manifiesto la importancia que tiene el trabajo de Santi Mina en el equipo. El delantero vigués, como es habitual en él, no escatimó esfuerzo alguno en defensa y resultó fundamental tanto a la hora de conseguir despegarse de su marca apareciendo en el desmarque de apoyo para descargar de cara, como alargando al rival rompiendo en ruptura buscando la espalda de su par.

Iago es Iago y muy pocos pueden hacer el golpeo que hizo para marcar el segundo. Cuando el balón corre y Iago corre, el equipo recupera la alegría. Pero para eso hay que robar y salir. Y es ahí donde el trabajo de Renato Tapia y Fran Beltrán toma protagonismo. Si la aportación del peruano es de sobra conocida, el juego del de Seseña gana enteros ofreciendo dinamismo en ataque y un interesante equilibrio defensivo en el que se reparten el centro del campo para acudir con más facilidad en ayuda de sus respectivas bandas, algo clave jugando con laterales tan profundos, tal como dejó de manifiesto Puado en una de las pocas ocasiones que el Espanyol pasó de medio campo. Pero hubo más. Brais Méndez y Denis Suárez contribuyeron a demostrar que dejar jugar al Celta es un peligro para cualquiera, mientras que Franco Cervi, apareciendo con más libertad de movimientos, parece ir encontrando su sitio.

De lo que no cabe duda es que resultado y juego dan un toque dulce a este final de año. Un 2021 que empezó con la reconciliación del equipo con su filosofía de juego, que generó altas expectativas en el comienzo de esta temporada y que jornada a jornada se ha ido deshinchando hasta llegar al punto en el que se encuentra ahora, en un punto casi equidistante entre el umbral de la ilusión y el umbral de la desesperación.

El cómo y por qué han cambiado tanto las cosas entre el final de una temporada y el comienzo de otra manteniendo cuerpo técnico y jugadores ha sido y es una de las grandes cuestiones cuya respuesta incluso ahora es difusa. El problema del equipo parece estar focalizado jugando como local, donde los rivales no están «obligados» a exponer tanto. Nos conocen, por lo que buscan alternar la presión en el inicio del juego intentando provocar el juego directo con darnos el balón en busca de tener metros que correr a las espaldas.

Además, la presión tras pérdida no se realiza con la misma efectividad y el mismo número de jugadores que antaño, la acumulación de partidos y falta de descanso en ciertos puestos claves, la fragilidad defensiva en el área, el inicio diésel de Aspas, la falta de alternativas para contraponer el juego rival… tal vez todas y alguna más pudieran ser algunas respuestas a estas preguntas. Pero está claro que no es lo mismo predicar que dar trigo y que si la solución fuese tan evidente, estaría ya aplicada. El 2022, por lo menos, comenzará con esperanza.