Así es Tincho Conde, el lateral juvenil del Celta que marca como loco

GRADA DE RÍO

Martín Conde, con sus padres, Jose y Patricia, en la firma del primer contrato profesional con el Celta
Martín Conde, con sus padres, Jose y Patricia, en la firma del primer contrato profesional con el Celta

El ourensano, que llamó la atención de Coudet por su capacidad realizadora, superó una difícil adaptación a base de perseverancia

05 mar 2022 . Actualizado a las 02:07 h.

En Málaga, Hugo Álvarez lo vio venir por el retrovisor. Martín Conde Gómez (Ourense, 2003) llegó en carrera por el carril zurdo, recibió de su paisano, y engatilló. «Se había perdido por covid el partido contra el Dépor y se emocionó», comentan sus padres, Jose y Patricia. El juvenil del Celta se aseguraba el bombo de cuartos con un tanto de su lateral izquierdo. El mismo que había llamado la atención de Eduardo Coudet por su capacidad anotadora. «¿Viste que lleva goles como loco?». Conde es el tercer máximo realizador en la competición regular tras Hugo Álvarez y Jesús Ares.

A Martín Conde, su padre lo apuntó en la Escuela del Pabellón de Ourense con 5 años: «Corría mucho y solo quería un balón». Tampoco se le daba mal el ajedrez. En 2º de Primaria se clasificó el noveno de Galicia. Haciendo malabares con su nombre, sus amigos del colegio Carmelitas empezaron a llamarle Tincho. Así lo conocen ahora. Entre ellos estaban José Pérez —hoy en el juvenil del Levante— y Pablo Parrilla, con los que también jugaba en el Pabellón. «Martín dominaba el golpeo con las dos piernas. Ya se le notaba que estaba por encima de la mayoría», recuerda Parrilla, el único que permanece, como capitán, en el club ourensano. El cuarto de aquella grupeta era Santi Prado, central hoy del Celta B.

Martín Conde, en su etapa en el Pabellón de Ourense
Martín Conde, en su etapa en el Pabellón de Ourense

«Veías que era cuestión de coco»

En su último año de benjamín, Conde jugaba como mediocentro. «Es un chaval que se exigía mucho y a veces cuando fallaba se venía puntualmente abajo. Con la calidad que tenía, veías que era cuestión de coco. Le insistía en que disfrutara. Leía el fútbol mucho antes que otros niños. Físicamente era endeble, pero tenía una zurda buenísima. A veces, para liberarlo de presión, lo ponía en la banda para que no tuviera tantas exigencias defensivas. Sobre todo intenté transmitirle confianza en sí mismo y en sus compañeros», indica Gabriel Prada, el que entonces era su técnico. «Martín siempre estaba con las orejas puestas, tratando de aprender y con esa sonrisa de niño pillo en la cara».

Tincho empezó en la academia del Pabellón de Ourense a los cinco años
Tincho empezó en la academia del Pabellón de Ourense a los cinco años

Se cambió de nombre para jugar un torneo

Prueba de esa pillería y de la pasión por la pelota la dejó Tincho un verano en Xinzo, justo antes de marcharse al Celta. «Sus amigos lo convencieron para ir a jugar un torneo a Verín. Yo le dije que no fuera, pero al final fue. Se apuntó con otro nombre para jugar», cuenta Patricia. «Ganaron y lo eligieron el mejor jugador. Le dije que no le dieran el trofeo», recuerda, divertido, su padre. «¡Martín, te vas a meter en un jaleo!», temió su madre. Tincho le sacó hierro a la peripecia: «¡Qué va, si es todo de coña!».

Tras completar su primer año como alevín, el Celta se puso en contacto con Jose para interesarse por su hijo: «Yo no sabía que lo estaban siguiendo. Un día nos llamaron para decirnos que lo querían llevar para allí. Se lo comentamos y nos dijo que sí, que quería intentarlo». Tenía 11 años.

Conde llegó al Celta con 11 años en categoría alevín
Conde llegó al Celta con 11 años en categoría alevín

«Siempre fue muy reservado. Cuando se fue al Celta no se lo comentó a nadie. Le daba apuro hablar de sí mismo. Le dije que iba a ser muy difícil, que iba a tener que estar en el banquillo. Él me contestó que le daba igual, que quería vivir esa experiencia. Pensé que se iría por poco tiempo y volvería», reconoce su madre.

«Me quedo aquí hasta que me echen»

Los comienzos en Vigo no fueron fáciles. «Al llegar allí se le hizo duro. Era pequeño, y seguía estudiando en Ourense. Era otro nivel, compañeros nuevos, otra categoría... y, quieras que no, lo notó mucho», revela Parrilla. «Marchaba a las cinco de la tarde y volvía a las once de la noche, con los deberes por hacer», recuerda su madre. «En la etapa de infantil y de cadete le costaba despuntar. Cuando no estás contando siempre tienes más miedo a fallar cuando sales, te implica en la confianza», añade Prada.

«Tenía muchas charlas con él. Un día le pregunté si se quería volver a casa. Me dijo: ‘Mamá, quiero quedarme aquí hasta que me echen’. Lo suyo siempre fue persistir», rememora Patricia, que le insiste en que no deje de formarse. «Le digo que esta es una etapa más de su vida, que se acabará. Que la disfrute siempre con los pies en la tierra, que tenga cabeza».

El pasado mes de diciembre, Martín Conde firmó su primer contrato profesional con el Celta hasta el 2025. «Ojalá pueda algún día cumplir su sueño». Palabra de padre.