Hijo y hermano de defensas centrales, Unai Núñez no estaba a gusto en una demarcación en la que terminó por convertirle en un futbolista de élite
18 jul 2022 . Actualizado a las 05:00 h.Abel Núñez, un gallego de Taboada, aunque con casi toda su vida en Portugalete, le comentó en una ocasión a El Correo que su hijo lloraba de pequeño porque no quería jugar de central. Ese niño es Unai, el nuevo central del Celta y la esperanza para dar solidez a una de las posiciones que se han quedado más tocadas en la revolución del arquitecto Luís Campos.
Quizás el pequeño Unai no quería ser zaguero por la tradición familiar. Su padre jugó en esa demarcación un buen puñado de años en el histórico Barakaldo y su hermano Asier, tres años mayor, hizo lo propio en conjuntos de la Tercera División de Euskadi, entre ellos el Portugalete. Pero todos los pasos del segundo de los Núñez Gestoso (Portugalete, 1997) fueron dados hacia el centro de la defensa.
En su entorno siempre ha considerado al nuevo céltico un chico de barrio. Uno más de Repelega, el nombre del núcleo en donde Unai creció pegándole patadas al balón cerca del bar Akrópolis que regenta su padre y familia. El Danok Bat fue su primer equipo en edad benjamín, pero en alevines, en el año 2007, ya fue reclutado por el Athletic, pasando por toda su cadena de filiales, Baskonia incluido.
En el segundo filial creció jugando 28 partidos y marcando un gol. Era el 2015 y, un año después, el Cuco Ziganda le hizo un sitio en el Bilbao Athletic en Segunda B. En el filial solo duró un año, porque en agosto del 2017 ya debutaba con el primer equipo ante el Getafe, tuvo una puesta de largo tan solo equiparable con la de Laporte en el año de su debut en la élite y durante cinco temporadas formó parte de la primera plantilla de los bilbaínos (116 partidos).
Unai nunca escondió que el Athletic es el equipo de su vida: «No es por ser flipado ni nada, pero lo que tenemos nosotros allí es diferente. Desde pequeño eres del Athletic, te lo inculcan desde pequeño, aunque mis padres no sean vascos, pero te lo meten. Uno ve a la gente con la ilusión que va a San Mamés, cómo vive el fútbol allí... Es diferente. Jugar en San Mamés es increíble», comentó en una ocasión.
Durante el tiempo que vistió de rojiblanco, demostró su catálogo de recursos y por qué sus entrenadores lo colocaron de central aunque no le gustase: seriedad, rapidez y sencillez. Lo suyo no es complicarse ni mirar al patio de butacas, sino encontrar la solución más fácil. Además, llega con mucha experiencia en la liga, una de las premisas que el Chacho Coudet tiene siempre con los nuevos jugadores para que la adaptación sea más rápida.
Como central, la relación del vasco con el gol es más bien escasa. En sus 116 partidos con el primer equipo vizcaíno, solo ha marcado tres dianas, y la primera se la endosó precisamente a su nuevo equipo. Fue en la campaña 17/18, el de su debut en la élite. Unai adelantó al Athletic en San Mamés tras aprovechar un rechace de la madera ante un cabezazo de Raúl García. Brais empataría después para el cuadro vigués. Curiosamente, su amigo del alma es Córdoba, un jugador de carácter ofensivo que no le ha podido inculcar la filosofía del gol.
En Vigo su primera misión será defender, y para ello debe acostumbrarse a un sistema de juego único, con presión alta y con la necesidad de ser veloz. Aunque lo primero que debe hacer Unai es recuperar la confianza perdida tras un año con muy poco protagonismo en el conjunto bilbaíno.
Decidir el perfil
Uno de los aspectos a desvelar es el perfil que ocupará en el Celta, que en el Athletic ejerció mayoritariamente por el lado derecho, el que habitualmente ocupa Joseph Aidoo en el conjunto vigués. Será la primera ecuación a resolver por Eduardo Coudet una vez que lo tenga entrenando en Mos. En teoría, ambos deben coincidir en viernes en Afouteza.