«Imposible no hay nada», dice un logo comercial. Mentira. «Con trabajo y sacrificio todo se consigue». Mentira también. Para el hombre de los récords imposibles vestido con su capa celeste si había uno que no estaba al alcance de su mano: el de volver a la selección.
La ausencia de Iago Aspas en la lista de ayer es un final de una historia. La puerta de la selección está cerrada a cal y canto para el máximo goleador español de los últimos años, incluso cuando hay ausencias tan notables como sucedía en esta ventana de septiembre.
Pero a Luis Enrique se le acabaron los argumentos creíbles y su nariz cada día es más grande y afilada. Porque con la mentira de la supuesta falta de trabajo defensivo del moañés pretende justificar que prefiere llevarse a un jugador del Real Madrid con ocho minutos de juego que a uno del Celta con cinco goles y pleno de minutos. Prefiere tirar de Ferran Torres, cada vez menos importante en el Barça, antes que del jugador que igualó el récord de Villa. Y prefiere experimentar con Nico Williams (un gol) antes de dar su brazo a torcer con un pelotero que se ha ganado por derecho propio sentarse en la misma mesa que Benzema.
Tenía razón Hugo Mallo: la ausencia de Iago Aspas para España es pegarse un tiro en el pie, pero las decisiones del seleccionador ya no sorprenden a nadie. Me cuesta creer que pueda ser un tema personal, pero es difícil de explicar que su reiterada ausencia sea por motivos deportivos cuando nadie de los convocados se le acerca mínimamente.
Aspas se quedará sin Mundial pese a haber ideado un plan de puesta a punto específico para comenzar bien la liga y de demostrar un estado de forma envidiable. Con Lucho, los méritos no sirven de nada. Son una milonga de las grandes.