El único campo de Primera en Galicia despliega cada 15 días un dispositivo para garantizar la protección de aficionados y del estadio antes, durante y al acabar cada partido del Celta
21 feb 2023 . Actualizado a las 00:15 h.Jornada 21, Balaídos: Celta de Vigo-Atlético de Madrid. Aforo previsto, 16.000 espectadores. Dos preocupaciones a cuatro días del encuentro. La primera, en el exterior, en forma de manifestación antes de comenzar el partido. La segunda, de acceso al campo, la protagonizan integrantes de Suburbios Firm; una escisión de la histórica tribu de ultras Frente Atlético. Es miércoles, 8 de febrero, por la mañana, y faltan 100 horas para el pitido inicial. Lo deportivo importa poco en la reunión convocada en la Comisaría de la Policía Nacional de Vigo-Redondela. El responsable de seguridad del Celta, Julio Vargas, garantiza que no habrá manifestación. Primera inquietud despejada. A mayores, informa: «Se dan 100 entradas de cortesía al Atlético de Madrid, y 3.100 están a la venta para su afición. Por ahora, solo compraron 24».
El peligro, responde el inspector Luis Rial, coordinador de seguridad deportiva en la Comisaría de la ciudad, se concentra en otro canal de venta: «Estos aficionados con riesgo de ser problemáticos pueden adquirir las entradas destinadas a la afición local, infiltrarse por ahí; pero bueno... son con nombres y apellidos, y tendrán que acreditar que les pertenecen. Así que, ya en los 52 tornos de entrada, 52, se les identifica rápido».
También acuden a la reunión responsables de las unidades de intervención policial (UIP) y de la Policía Local. Los primeros, para conocer los posibles riesgos y desplegar a sus agentes pertrechados con cascos y escudos dentro y fuera del estadio. Los segundos, para coordinar el tráfico en los accesos al estadio. Todos, como cada 15 días mientras dura el campeonato de Liga, garantizan la seguridad en el único campo de Primera en Galicia.
«El fútbol es un espectáculo privado y el club contrata su propia seguridad, nosotros damos apoyo. Esto, a veces, es conveniente dejarlo claro...», detalla Rial. El Celta desplegará más de 80 vigilantes, 45 voluntarios, diez enfermeros y tres médicos. La Policía Nacional, perros de olfato fino para detectar explosivos y patrullas de seguridad ciudadana en los bares del perímetro. Ya otros agentes, de paisano, patean los bares frecuentados por las peñas más atómicas. «En el último año hubo tres altercados antes de jugarse partidos. Contra el Betis, el Real Madrid y el Rayo Vallecano. Contra el Atlético de Madrid podría haber algo, es impredecible. No se espera nada, pero si surgiera, estamos preparados para responder», reconoce Rial, que también maneja la información aflorada en las redes sociales y en foros de las hinchadas.
Implica un trabajo previo, de días, y moverse a hurtadillas en esos mentideros digitales. Se encargan las brigadas de información, que si detectan algo, lo trasladan a Rial y su equipo. «Hay que saber buscar esa información, ellos tampoco se exponen demasiado en las redes sociales. Aunque luego sí buscan notoriedad a través de las redes social para difundir sus peleas o altercados».
Día D, 14.15 horas
Ya es domingo, día 12, faltan dos horas para empezar el partido. Atlético de Madrid y Celta están en sus hoteles, listos para desplazarse en bus a Balaídos. Otra patata caliente de cualquier dispositivo de seguridad, sobre todo para el equipo visitante: «Van escoltados, pueden prepararles una emboscada para tirarles piedras, o hacerles grafitis en el bus». A mayores, la Policía Local regula el tráfico en los accesos a Balaídos y se coordina con el Ayuntamiento para acomodar las rutas de bus urbano a la realidad que impera antes y después de cada partido en Balaídos.
14.30 horas. La UIP y las patrullas de seguridad ciudadana ya están posicionadas en el perímetro del campo y Maya olfatea cada papelera que le hacer fruncir el hocico. El policía Christian lleva la correa de este pastor alemán de siete años. «Maya —dice su tutor— está entrenada para detectar explosivos, hacemos inspecciones preventivas. Busca lo que le llama la atención, igual que a mí. Pueden ser papeleras u otras cosas ubicadas en el exterior del campo. Aunque muchas también depende de la conflictividad del partido».
El inspector Rial, walkie talkie en mano, se mueve en la zona acotada frente a las puertas de tribuna alta y tribuna baja. Son las 14.45 horas cuando se abren las puertas del campo. Faltan 65 minutos para el pitido inicial, los jugadores ya se cambian en el vestuario y los Guns ‘N Roses suenan por megafonía. «Cerramos esta zona —añade Rial— antes del partido para que los buses de los equipos aparquen, y los jugadores bajen sin problemas. Luego retiramos las vallas para que los aficionados accedan al campo y lo abandonen, o por si hay que evacuar de emergencia. Ya cuando el campo está vacío, volvemos a cerrar la zona para que los buses recogen a los equipos», aclara Rial, que encabeza la parte más visible del operativo desplegado: con agentes uniformados, furgones policiales rotulados o un ejército de vigilantes contratados por el club. La cara oculta no se ve, y mucho menos va uniformada. Son los oídos y ojos que discretamente pueden tomarse una cerveza entre los aficionados considerados peligrosos.
Pero no todas las fuentes de información pisan el asfalto: hay 63 ojos en forma de cámaras de videovigilancia con una capacidad de aumentar la imagen que sorprende. Se manejan en una sala bautizada como unidad de control organizativa (UCO), con pantallas informatizadas gestionada por la Policía Nacional. El agente Marcos ejerce de director de orquesta con el ratón en la mano para buscar posibles objetivos y conductas indebidas o delictivas: «Interesa sobre todo los exteriores del campo», admite mientras amplia el zum de una cámara al máximo aportando una imagen que permite visualizar con nitidez cualquier hecho sospechoso a decenas de metros de distancia. «Se graba todo y luego, si es necesario, se extraen las imágenes que interesen para aportarlas al atestado judicial o expediente sancionador como prueba».
15.30 horas, faltan 45 minutos. Los jugadores calientan y el himno gallego al licor café, compuesto por Lamatumbá, sigue calentando el ambiente por megafonía. «La gente ya empieza a entrar al campo, hoy, por la hora, es normal que los aficionados apuren el acceso. Están comiendo y siempre llegan con el tiempo más justo. Pero es un horario bueno, ya no tanto el que empieza a las 12.00 horas. No pocos aprovechan para salir toda la noche y seguir de fiesta por la mañana, hasta venir al campo. Así llegan algunos, que ni se tienen en pie», explica Rial mientras se dirige a la puerta 20, también conocida como grada de animación.
Puerta 20
Esta puerta de Balaídos tiene su particular rutina. Es normal que los aficionados que acceden por este pórtico no tengan prisa. «Llegan con el tiempo justo, sobre todos los que se sientan frente al atril metálico instalado entre los asientos y el terreno de juego», explica Rial. Un púlpito para que los líderes de las peñas ubicadas en esta parte del campo alienten, con micrófono y megafonía, a la hinchada. «Por aquí entran las peñas que más problemas dan, y no es casualidad que lo hagan de golpe, cuando faltan pocos minutos para empezar el partido. La estrategia es hacer bulto para que los vigilantes no cacheen bien todo y colar pancartas u otros objetos no permitidos», explican en la Policía Nacional. Tal vez por eso, en la puerta 20, minutos antes de empezar el encuentro contra el Atlético de Madrid, cinco corpulentos vigilantes custodian la entrada a la espera del tsunami.
16.10 horas, faltan cinco minutos. Balaídos está casi lleno, hace sol, temperatura primaveral, hay ambientazo en el campo, muchas familias, el color celeste impera en las gradas y los jugadores salen al campo. Suena el himno, «¡Celta! ¡Celta! ¡Ra, ra, ra!», y se guarda un minuto de silencio por las víctimas del terremoto de Turquía. Al lado de la UCO, en la unidad de control integral (UCI), otras 250 cámaras lo vigilan todo. Estas ya son competencia del club, explica Julio Vargas: «A mayores, cada vigilante a pie de campo lleva una webcam conectada a la red wifi para recoger todo lo que pueda pasar. Esto ha cambiado mucho, cuando empecé a trabajar en Balaídos, en 1996, había cinco cámaras en todo el estadio», explica el responsable de seguridad del Celta que arrastra mil partidos de experiencia».
16.15 horas, pitido inicial. El partido se desarrolla sin incidencias, incluido el tiempo de descanso y la salida del estadio. Solo el único gol visitante, en el minuto 89, trunca la tarde. Pero eso, confiesa el inspector Rial, «son cosas del fútbol que se escapan a nuestro control».
Son los centros de coordinación una vez iniciado el encuentro. Desde la UCI (imagen superior) y la UCO (inferior) se controla qué sigue pasando en el exterior del campo, en cada puerta de acceso, en los pasillos que van a los baños, en los túneles de vestuarios, palcos, cantinas del estadio o en cada sector de la grada. Nada se escapa a las 313 cámaras fijas instaladas en el estadio más importante de fútbol en Galicia. A mayores, otros chivatos: los portan en sus uniformes los vigilantes privados del Celta que están a pie de campo, pero de espaldas al partido y mirando a las gradas. Todo ese banco de imagen de vídeo se guarda durante 30 días para viajar en el tiempo y recuperar extractos de vídeo que demuestran infracciones o delitos. Pasó recientemente con un vídeo salvado del partido contra el Real Madrid en Balaídos. Se ubicó al asistente al campo que lanzó un mechero a Vinicius, que con semejante prueba en su contra, al vérsele lanzar el objeto, tendrá que abonar una multa de 6.000 euros. La UCO y la UCI se integran en dos estancias contiguas, y la comunicación es fluida entre sus responsables. Ambas se ubican en Gol y cuentan con unos ventanales amplios que, a mayores, aportan una panorámica del campo. Se fiscaliza todo: desde una bandera desplegada que fue autorizada, hasta cualquier altercado. También qué pasa frente al atril instalado en la grada de animación. El ambiente suele estar cargado, de fácil inflamación. Contra el Atlético de Madrid pudo ver, y grabarse. También saber que los que vigilan conocen por sus nombres y apodos a todos los presentes conflictivos.
«Hoy no hay peñas conflictivas que sigan al Celta»
Luis Rial, coordinador de Seguridad Deportiva de la Policía Nacional en Vigo-Redondela
Vale más por lo que calla, que por lo que habla. Y de todo lo relacionado con el fútbol, pero fuera del terreno de juego, sabe mucho. Sobre todo de la atmósfera que rodea cada partido del Celta de Vigo antes, durante y al acabar cada encuentro. Tanto de las peñas, de su merchandising y otras fuentes de ingresos, de los ultras, de todo lo que rodea a la ideología de estos grupos y su capacidad para captar nuevos, jóvenes e ingenuos integrantes, o de las apuestas. Conoce también a cada vigilante privado del club, los posibles riesgos que pueden destrozar el correcto desarrollo de una jornada de liga en Balaídos o el reglamento impuesto por la Liga, tanto el que se cumple, como el que no. «Por ejemplo: si hay un atril en la grada de animación y la Liga no lo permite, pero el club, lo tolera, ya es una cuestión que tendrán resolver ellos: la Liga como organizadora de la competición y el Celta de Vigo como socio de la Liga», explica Rial a un metro del atril de la discordia.
Él habla con conocimiento de causa: es el responsable de la Policía Nacional encargado de coordinar la seguridad deportiva en la ciudad. Y eso incluye al Celta, pero también a su filial o al Coruxo. Rial es de Vigo y conoce desde niño el ambiente que envuelve a la parroquia celeste. Conoció, como vigués, los años más radicales de los Celtarras, y hoy, como inspector de policía, marca de cerca a los peñas que se fueron creando desde entonces y a las de siempre: «No se puede meter a todos los aficionados en el mismo saco, los clubes necesitan peñas que animen, que levanten al resto del estadio cuando el equipo lo necesita. El problema es que a veces unos pocos, por su mal comportamiento, manchan el nombre de una peña entera». Rial, al valorar la situación actual, expone: «Hoy no hay peñas conflictivas que sigan al Celta, tienen la misma validez tanto las que puedan sumar 50 años de historia como las actuales. Sí es cierto que unas son más ruidosas que otras, pero nosotros lo único que hacemos es controlar la normativa que nos da la Liga para garantizar su cumplimiento. Pero conflictivas, ahora mismo, no hay ninguna. Celtarras se disolvió en el 2019, Tropas de Breogán y Celta Vigo Hooligans entran dentro de lo normal que pueda haber en el campeonato, y casi siempre que pasado algo hablamos de conductas a titulo individual, nunca colectivo».