La falta de ambición por su parte y el cambio de ciclo, factores para la decisión del director de seguridad e instalaciones del Celta de dejar el club
07 sep 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Tras una larga etapa en el Celta cumpliendo diferentes roles, el que desde el 2010 era el jefe de seguridad e instalaciones del club, Julio Vargas (Vigo, 1972), decidió que este verano que era el momento de dejar la entidad. Agradecido por lo vivido, busca nuevos retos profesionales ligados al deporte, pero se tomará un tiempo para encauzar su futuro.
—¿Cuántos años han sido y qué balance hace de ellos?
—Entré en el 94, como becario. Después de unos meses, como había tan pocos empleados en aquel momento, me hicieron una oferta para quedarme en la oficina de abonados y hasta ahora, casi 29 años muy positivos en el club.
—¿Qué le lleva a irse?
—Primero, en los últimos diez años, prácticamente no tuve descanso. El Celta requiere una atención permanente de lunes a domingo y no es que hubiera falta de ilusión, pero sí de ambición por mi parte en los últimos años. Hice balance junto a la familia y creo que en ese puesto había conseguido todo lo que podía conseguir. A nivel de seguridad, dos distinciones de la Policía Nacional, de la Guardia Civil y de La Liga; a nivel de instalaciones, la construcción de la sede y la primera fase de la ciudad deportiva colmaron mis expectativas. He cumplido 50, eran muchos años haciendo lo mismo y no veía un proyecto distinto.
—¿Ha influido el cambio de ciclo en que está inmerso el Celta?
—No fue determinante, porque pienso que es un ciclo ilusionante el que se abre. Pero, con la marcha de Chaves, sí creí que era el momento perfecto para buscar un proyecto distinto y que no sea un funcionariado como se estaba haciendo en los últimos años. Hay que abrir paso a gente nueva. El presidente y su consejo llevan muchos años e igual que cambiará la cúpula directiva con la nueva presidenta, creo que los directivos teníamos que dar un paso al lado. Hemos pasado una ley concursal muy dura y eso nos ha curtido para lo que ha venido después: ascenso, semifinales de Copa y UEFA, la construcción de la Sede y la de Afouteza, que nos quitó hasta la última gota de sangre.
—¿Ha sido camaleónico en sus funciones?
—No tanto eso como que el tiempo me ha hecho evolucionar, ha sido una transición lógica. Cuando empecé en la oficina de abonados, el personal no deportivo no llegaba a veinte personas y había que hacer de todo. Desde el 96, cuando se implica la liga en temas de seguridad, era el segundo de abordo del jefe de esa área, cargo que luego cogí yo en el 2010. Ha sido un cambio natural, adaptándome y con cosas que he ido dejando de hacer.
—¿Con qué se queda?
—En primer lugar, con el cambio que se ha producido en el club. Te das cuenta de que has pasado cuatro décadas en el mundo del fútbol. En los 90, era el fútbol del barro, la transición del antiguo al moderno; en los 2000, hay una pequeña transformación, pero aún es un quiero y no puedo; del 2010 al 2020, se produce la verdadera evolución, intentando alcanzar competiciones más avanzadas de otros países, como Estados Unidos, y se acortan los tiempos; después, he vivido los inicios de la época poscovid, siendo responsable de todo lo relacionado con eso. Han sido cuatro décadas preciosas, cada una en su momento.
—¿Y a nivel de momentos más concretos?
—He tenido la suerte de que, salvo los dos primeros, cuando no había nacido, he podido disfrutar de todos los partidos europeos del Celta: UEFA, Champions... También una final de Copa y la organización de la misma. Me ha llenado mucho la construcción de la Sede, por cómo se empezó desde cero y cómo se ha levantado una sede social en el centro de Vigo con mucho trabajo, y también la ciudad deportiva. En el tema de seguridad, me quedo con haber podido poner al Celta en el mapa nacional en cuanto a hacer bien las cosas; es un caso reconocido de éxito.
—¿Cuál ha sido el momento más duro?
—(Se para a pensar). La entrada en concursal, por desconocimiento. Carlos Mouriño lo tenía muy claro, íbamos a pasar un desierto durante varios años y, a nivel de empresa, creo que fue lo más complicado. Tuvimos la suerte de que hubo un presidente que, patrimonialmente, apostó de su dinero, apoyó el proyecto y salvó al club en varias ocasiones; una vez que salimos, es reconfortante. En lo deportivo, ha habido muchísimas cosas buenas y malas; soy de quedarme con lo bueno, pero quizás el peor sea el descenso del 2007, porque el Celta no lo merecía con ese equipo y lo que se había logrado.
—¿Se plantea seguir vinculado al mundo del fútbol?
—La idea es esa, porque mi conocimiento está ligado a este ámbito, tanto a nivel de infraestructuras como de seguridad. Tengo varias opciones sobre la mesa y me voy a tomar un tiempo para intentar acertar. Tiene que ser un proyecto ilusionante y que me renueve o me reinvente para intentar que abarque varios años. Lo más importante es la ilusión. Busco algo que me motive, porque en los últimos meses, era un poco lo mismo: la jornada 35, la 36... Quizás lo último ilusionante en lo que trabajé fue la Sede del club. Sigue habiendo proyectos ilusionantes, pero creo que tiene que ser otra gente. Antonio no está y aquel grupo de trabajo que dio grandes réditos en la ley concursal debe dejar paso a otras personas. Es ley de vida y por eso la idea de irme llevaba meses rondando mi cabeza.
—¿Qué futuro augura al Celta?
—A nivel deportivo, veo que está haciendo un equipo con unos mimbres impresionantes y que la cantera, que levantó al equipo en su momento, se sigue trabajando muy bien, algo que acaba dando réditos en el primer equipo. Que se haya ido Gabri, al margen de lo sentimental, es bueno para el jugador y para el club a nivel económico, y todo lo que es positivo a nivel económico fortalece al equipo. A nivel estructural, el club también se ha fortalecido, ha crecido una barbaridad en los últimos cinco años y se ha hecho con mucha cabeza, se ha ido adaptando a las necesidades y ha sido un acierto del presidente. Auguro que en el plazo de un lustro, va a ser un equipo mucho más grande que ahora
—Mencionaba en varias ocasiones la figura de Carlos Mouriño.
—Le estoy muy agradecido. Apostó por el club y nadie entendía muchas de sus decisiones iniciales, pero el tiempo quita y da razones y este ha sido el caso. Una cosa es lo que se ve desde fura, cómo ha tenido que reaccionar y lo que le ha parecido a la gente, pero me gustaría recalcar que es un tío estupendo, impresionante.