El crecimiento meteórico de Pablo Aparicio

GRADA DE RÍO

El delantero cadete del Celta se ha hecho un hueco en la selección española sub-15

27 jun 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Pablo Aparicio Carballo (Vigo, 2009) no es «el típico jugador técnico que regatea a 30 y no pasa nada». Sus virtudes son otras, pero a su corta edad, las está sabiendo exprimir a la perfección. «Con trabajo y disciplina, va consiguiendo metas», dice su padre, Óscar, sobre el atacante del Celta, que en su segunda temporada en Vigo, ha tenido ocasión de vivir varias convocatorias con la selección española sub-15, aparte de repetir con la gallega.

Vigués con orígenes paternos en Ponteareas y maternos en Covelo, sus primeras patadas fueron en A Paz, pero enseguida fue él quien pidió cambiar el fútbol sala por el fútbol. Entonces, lo llevaron al Sárdoma, donde estuvo dos años antes de recalar en el Candeán. «Notabas que te hacía más caso del habitual para ser un niño tan pequeño, de ocho o nueve años, que vienen a divertirse y ya está», apunta su técnico de aquella etapa, Iñaki Pérez Otero. La sensación era que tenía un interés especial por mejorar y aprender.

Con sus compañeros del Sárdoma, su primer club fútbol tras empezar en el fútbol sala.
Con sus compañeros del Sárdoma, su primer club fútbol tras empezar en el fútbol sala.

Ese espíritu de buscar continuamente la mejora fue el que le llevó a querer cambiar de club a pesar de lo a gusto que estaba. «A él le gusta mucho el fútbol, lo vive mucho y se dio cuenta de que necesitaba un salto de nivel para seguir evolucionando», cuenta el progenitor. Y le pidió probar en el Val Miñor. «Es un club al que se había enfrentado y se llevaba bien con algunos niños. Le expliqué que para eso te tenían que llamar, pero al final contacté yo con el club, probó y dijeron que se podía quedar sin problema», recuerda.

En el Candeán lo asumieron con naturalidad y sin sorpresa alguna. «Óscar me dijo que el niño necesitaba algo más, aunque tenía dudas por dejar a los amigos que tenía aquí», señala. Le transmitieron que a los amigos los seguiría viendo y que si en el club nigranés no salían las cosas, sus puertas iban a seguir abiertas. «Y el tiempo le está dando la razón en el cambio», sostiene Pérez, que se muestra orgulloso de lo que está consiguiendo el futbolista.

En el Val Miñor, todo ocurrió muy rápido. «Empezó jugando con nosotros en el Infantil B, bien, pero normal», rememora su técnico de ese club, Javier Lago. Sin embargo, mediada la temporada, empezó a subir con el A y recibió la llamada de la selección gallega. «Empezó a explotar, a desarrollar su potencial futbolístico, metiendo muchos goles y jugando una categoría por encima de su edad», señala. No fue casual, sino que, una vez más, fue el premio a su actitud. «Es muy trabajador. Siempre te iba preguntando dónde había fallado, dónde podía mejorar, y asimilaba muy rápido las cosas que le decías», añade.

Óscar Aparicio constata que en aquel único año en el Val Miñor, los acontecimientos se dieron a una velocidad de vértigo. «Iba un paso por delante y fue todo muy deprisa. Le pasaron muchas cosas en muy poco tiempo. Terminó aquella temporada, ganaron la liga y llamaron del Celta», detalla sobre el club del que padre e hijo son aficionados y al que recuerda llevar a ver a Balaídos a Pablo desde que era un bebé. «Él y yo somos celtistas de siempre, mi mujer empieza ahora», confiesa sobre Inma, la madre del céltico.

Apostaron por el sí al Celta, con los miedos lógicos de que pudiera no adaptarse o de que el salto fuera demasiado grande y no jugara. «El trato es genial y fue todo como nos dijeron que sería. Estamos encantados», subraya el padre. Su hijo encajó a las mil maravillas y llegó otro premio: la selección española. «No tenemos miedo de que no mantenga los pies en la tierra porque hablamos mucho con él y no le mentimos. Le decimos que va a vivir de lo que estudie, no del fútbol. Quiere estudiar medicina deportiva», señala Óscar, que destaca lo buen estudiante que es pese a las clases perdidas cuando se concentra con las selecciones.

A lo largo de esta temporada, ha sumado tres convocatorias con la selección española sub-15.
A lo largo de esta temporada, ha sumado tres convocatorias con la selección española sub-15.

Trabajo y esfuerzo acompañados del un enorme afán de aprender

Quienes conocen a Pablo Aparicio coinciden en que su grandes virtudes son la capacidad de trabajo y las ganas insaciables de aprender y mejorar. «Lo suyo es puro trabajo y esfuerzo», señala su padre al tiempo que añade que en lo futbolístico destaca por el juego de espaldas y la facilidad para aguantar la pelota.

Javier Lago pone el foco en su potencia y su capacidad goleadora pero, sobre todo, se queda con que «dejó huella en Ureca por su forma de ser más que por el nivel futbolístico», pese a que este fuera también sobresaliente. «Tiene muy buen corazón, se lleva bien con todo el mundo, nunca le recuerdo una discusión con nadie», recalca.

Sobre el césped, se centraron en el Val Miñor en aprovechar su potencia física para llegar al área y buscar el gol. «Trabajamos fundamentos básicos de dejarla de cara, plantear espacios, buscar el remate cuando llegas al área... Y poco a poco, en cuestión de meses, explotó», de modo que clubes como el Celta se fijaron en él y los vigueses se lo llevaron. «La llamada de la selección española sí que fue una sorpresa, pero es que la proyección está siendo vertiginosa, de menos a más con un progreso que le está haciendo superar a jugadores que antes estaban por encima de él», analiza. Y vaticina que está lejos de su techo.

En la época en la que jugó en el Candéan.
En la época en la que jugó en el Candéan.

Ya en los inicios, en el Candeán, Aparicio era «de los más fuertes físicamente para su edad», todavía en fútbol 8, evoca Iñaki Pérez. «Resolvía situaciones por ese nivel de fuerza o presencia física con respecto al resto de niños de su edad, y también con el balón en los pies», agrega. En aquellos inicios, le faltaba quizás «jugar en equipo», algo en lo que ha evolucionado.

Pérez ve a Aparicio como «un chico con la cabeza muy bien amueblada» e incide en la «inquietud por mejorar» que ya le caracterizaba desde que era un renacuajo. Lago añade las virtudes de la educación y la humildad. Y su padre lo resume en que es «un niño muy bueno». El orgullo de quienes le han visto crecer.