Javier Maté: «La bici me hace sentir vivo»

MÍRIAM V. F. VIGO / LA VOZ

GRADA DE RÍO

CEDIDA

El exfutbolista del Celta, de 66 años, ha sumado este verano los Dolomitas a sus conquistas sobre dos ruedas, su gran pasión

24 ago 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando Javier Maté estaba todavía en activo como portero del Celta, se presentó un día «de ciclista» en Balaídos. «El entrenador, que era Mirolad Pavic, me echó una bronca de la hostia, el viejo se enfadó conmigo de cojones. Decía que muscularmente no era bueno y me cayó un rapapolvo tremendo», cuenta entre risas pasado el tiempo. La anécdota confirma hasta qué punto la pasión que este verano le ha llevado a los Dolomitas —que sumó a otros grandes puertos— viene de lejos. «Me hace sentir vivo», proclama a sus 66 años.

Aunque la afición comenzó de niño, su condición de futbolista profesional le impedía dedicarle el tiempo que hubiera querido, si bien en su última etapa como jugador se compró ya una bici. «Cuando me retiré fue cuando lo empecé a practicar de otra manera», recuerda. Sin que las lesiones fueran un impedimento pese a tener una prótesis de tobillo y haberse sometido a otras intervenciones —brazo y rodilla—. «Es el deporte menos traumático para las caderas y las rodillas, viene muy bien y es muy recomendado», detalla.

A día de hoy, Maté confiesa que se ha convertido en «una enfermedad». «Primero empecé a conocer los grandes puertos de aquí, de Galicia: Manzaneda, Fonte da Cova... Y de Asturias: Farrapona, La Cubilla, Ventana...». Después, vino Cantabria y, más tarde, Pirineos, Alpes y, ahora, Dolomitas. «Soy muy malo, el único que he ido a todos los grandes y no he adelantado a nadie -ironiza-. Pero es como tener una conversación con uno mismo de tres horas como mínimo: ‘¿Quién te manda? ¿Por qué haces ese esfuerzo?’. Luego, me vengo arriba. Recuerdo que abajo me siento pequeño, pero arriba me siendo grande», expresa.

Está especialmente orgulloso de haber subido en este 2024 el Stelvio y el Gavia. «Tenía ganas de subir los grandes míticos del ciclismo y voy consiguiendo unos cuantos. Me hace sentir que puedo todavía vencer un poquito la capacidad de agonía, como vencerme a mí mismo y mis debilidades», añade. El pensamiento de que no le «queda mucho físicamente» está, de ahí que procure aprovechar al máximo. «Es sencillo: el primer día, intento hacer un puerto asequible; el segundo, es muy duro; el tercer día, también; al cuarto, no puedo. Y la gente que va conmigo, sí. Pero el cuerpo te dice que hasta aquí hemos llegado».

Avanza que ya está ahorrando para la próxima aventura, porque aún se ve sobre la bici dos o tres años más, calcula. «Me ayuda a cuidarme y mantenerme, es un descubrimiento que recomiendo a todo el mundo», detalla. No le gusta ir en grupos grandes, sino con «dos o tres colegas», uno de los cuales es Rafa Sáez. «El que no andaba en bici. Pero en A Madroa veía que al mediodía yo no bajaba a comer, me quedaba a hacer el Vixiador, a Redondela, otro día me iba a Porriño... Y empezó a animarse. Que si por qué no vamos a Asturias... Nos pegamos unas jamadas de la hostia. Tenemos el Google Maps arruinado», dice entre risas.

Para Maté, el ciclismo es «una convivencia contigo mismo», de ahí que no quiera grupos grandes para no dispersarse. «Si no, no disfruto. Yo tengo que ir viendo cómo florece en primavera, cómo decae en otoño... Darme cuenta de las cosas, que me dé el viento en la cara, que las piernas duelan y los pulmones te digan que estás llegando al límite», describe el deportista. Pero sin pasarse: «Tengo los años que tengo, son innegociables». Y aunque hay momentos en que cuesta continuar, es capaz de disfrutar. «No llego a ese punto de tengo que rebajar tres minutos. El día que piense eso, lo dejo. Me empezaría a poner obligaciones y no las quiero».

«Soy el hombre de Cromañón»

En invierno suele salir un par de veces por semana y en verano, más, pero «a lo mejor, a hacer un paseo de 40 kilómetros o el fin de semana, una dura de 80-90», sin ponerse objetivos. «No llevo cuentakilómetros, garmin, pulsaciones ni pontenciómetro, no sé la altitud, solo la velocidad y los kilómetros. Soy el hombre de Cromañón andando en bici», bromea. De sus hijas percibe, sobre todo, orgullo por esta faceta, pero sí hay amigos que le reprenden. «Me dicen: ‘Matu, estás tarado, cojones; se te va la pinza, tío’. Pichi Lucas me dice que cualquier día me quedo y me muero de la risa».

Maté recomienda «todo lo que mueva a entender mejor las cosas, a sentir satisfacciones aunque sean fugaces» y a él el ciclismo le da eso. Y más cosas. «Si no, caería en el puto tabaco, que me tiene martirizado, pero aún fumaría más y tendría barriga, que no la tengo de momento», señala. Pero no le «da vergüenza» contar que en el Tourmalet tuvo que parar en una cuneta. «Luego, reanudo y voy. Sin agobios, quiero disfrutar», insiste. Hay quien le dice que si lo pasa mal, para qué va. «Y lo comprendo». Pero no lo cambia por nada.

Fútbol y ciclismo, dos maneras de cumplir sueños

Cuando se le plantea qué lugar ocupa el ciclismo en relación con el fútbol, Javier Maté destaca lo feliz que le hizo el deporte del que fue profesional y admite que puede haber conexiones entre las sensaciones que producen ambos deportes. «El fútbol me hizo cumplir los sueños de un niño, y eso es genial. A lo mejor he encontrado un sucedáneo que me hace despertar otras sensaciones como satisfacción personal, una paz mental de la hostia. Llegué al Stelvio y se me cayeron las lágrimas como a un chaval de 14 años. Allí vi a ídolos de mi niñez y me imaginaba ser capaz de subir un día. Y también otros puertos igual de duros y no tan famosos».

No obstante, tacha el fútbol de «insustituible». «Ahora no me produce las mismas sensaciones, pero ha sido la ilusión de mi vida. Y, no en su totalidad, pero sí pude hacer realidad mi sueño en el fútbol en un gran porcentaje», valora. Con ambas disciplinas, cada una a su manera, ha cumplido sueños y ha sido —y es— feliz.

Revela divertido que a sus regalos de cumpleaños se ciñen a culotes, maillots y guantes. «El material es carísimo, cuesta mucha pasta, pero yo prefiero eso que irme quince días a un hotel. Es mi orden de prioridades, donde el ciclismo ocupa un buen lugar». Ya hace más de 40 años que se compró la primera bicicleta de competición. Ya nunca ha parado de sumar kilómetros.