Un grupo de aficionados puso en marcha el colectivo celtista balear en plena celebración
30 jun 2016 . Actualizado a las 11:25 h.El 1 de junio del 2013 el celtismo llenó Balaídos para ser testigo de un día histórico -aunque sin la certeza de que sería así-. Pero más allá de quienes lo vivieron en el estadio, aficionados en muchos otros puntos seguían por televisión con el corazón en un puño aquel Celta-Espanyol de la salvación del 4 %. Entre ellos estaban un grupo de amigos residentes en Mallorca. «En pleno éxtasis, y con tres o cuatro cervezas cada uno surgió la idea de formar una peña», dice el hoy presidente de la Peña Celtista de Mallorca, Pablo Abreu. Aunque lo comentaron «de coña y en un calentón», al día siguiente se pusieron a ello.
Los trámites burocráticos y el hecho de que hubiera otras peñas anteriores ya inactivas con el mismo nombre no se lo puso fácil. Pero en tres meses estaban en marcha. «En Mallorca hay muchos gallegos y, por tanto, muchos celtistas. Llevábamos tiempo juntándonos unos cuantos para ver los partidos y a partir de ahí yo conocía a uno, oto a otro... Y ahora somos sobre 60, aunque al ser un sitio de paso fluctúa bastante», comenta. Entre ellos, también descendientes de gallegos e incluso algún mallorquín. «Los hay que no tienen ningún vínculo con Galicia, por ejemplo un chico que había estudiado con el hijo de Engonga y se hizo del Celta».
Tras una odisea con las sedes -a las dificultades para encontrar una se sumaron luego diferentes circunstancias que lo complicaron aún más- ahora se reúnen en el bar Can Sito 2. «Al principio nos dijeron que si coincidía con Madrid, Barça o Mallorca igual no podían poner el partido del Celta entero. Fueron dos semanas, porque en cuanto vieron la gente que éramos nos dijeron que teníamos preferencia para lo que quisiéramos». Asegura que hoy «vas y flipas, es un local lleno de bufandas del Celta en pleno centro de Mallorca» y donde les hacen la ola cada vez que aparecen. «Cuando coincidía con el Madrid-Barça el dueño avisó de que en cuanto empezara el Celta estaba reservado y los echó a todos», cuenta Abreu satisfecho.
Admite que ser celtista en la distancia no es fácil. «Hasta que te ves fuera no te imaginas lo complicado que resulta ser celtista errante. Estuve años en Madrid antes de existir Morriña y no tenía ocasión ni de ver los partidos», recuerda. Luego, en Mallorca, pasó tiempo siguiéndolos «cada semana en un sitio diferente». «Por eso las facilidades que nos dan ahora se agradecen tanto». La peña ha ayudado precisamente a que sea así. «Estamos encantados. Me tocó la presidencia a mí como se la pudieron meter a otro, pero estoy muy contento porque además la hemos convertido en una especie de centro gallego».
La mayoría tienen edades comprendidas entre los 25 y los 40 años. También hay niños como la hija de Pablo - «mi mujer sí que no, está hasta el gorro de mi afición por el fútbol, pero ya le digo que es algo inevitable»- y socios honoríficos como su padre y un compañero de trabajo que viven en Vigo. «Se involucran como los que más y casi son los primeros en pagar la cuota», relata Pablo orgulloso. Porque en su caso tiene a quien salir. «Me llevaron a Balaídos por primera vez con año y medio, fui socio de toda la vida. Ahora voy una vez cada ocho o diez meses, imagínate si lo echo de menos».
Donde sí suele ver al Celta en más ocasiones a lo largo de la temporada es en otros estadios. De hecho, con la peña han organizado más de uno a sitios como Valencia, Sevilla, Madrid, Bilbao o Barcelona. «Así te vas encontrando con otras peñas, las vas conociendo y el roce hace el cariño». Lo mismo sucede en cierto modo con el Mallorca. «Tienes cierta simpatía, pero la verdad es que aquí al Mallorca no lo quieren ni los mallorquines. Siendo un equipo histórico, no va nadie al estadio», recalca. La presencia de Costas les acercó más este año al equipo insular, que casi baja a Segunda B. «Nos gustaría ver al Celta un día aquí, pero en un futuro próximo no parece que vaya a poder ser».
Mientras esperan que llegue el día de poder hacer la inauguración con jugadores que aún no han tenido y de ver al equipo en su tierra de adopción, los integrantes de la peña disfrutan del proyecto que han conseguido sacar adelante. «Estos días con la selección echaba de menos a la gente de la peña. Te acostumbras a ver fútbol con ellos y no es lo mismo. Me hace mucha ilusión el trabajo que estamos haciendo para extender el celtismo en la isla. Siempre pienso que no va a venir más gente y cada vez crecemos más». Hay gente incluso que sin ser celtista suele acercarse a ellos «porque hay un gran ambiente y se lo pasan bien». Los interesados pueden encontrarse en Can Sito 2, en San Cotoneret número 8, en Palma.