Sección Mi aldea del alma | «Hay ofertas por sellos de gran valor que coleccionaban nuestros abuelos y que los nietos no saben qué hacer con ellos»
11 feb 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Filatelia es la afición por coleccionar y estudiar el arte de los sellos de correos. A lo largo de los años coleccioné sellos, monedas, billetes, vitolas de puros, cajas de cerrillas y ¿cómo no?, documentos antiguos. Empecé con los sellos allá por 1958. Iba ser uno de mis entretenimientos para cuando me jubilara y, por paradojas de la vida, poco antes de jubilarme, lo dejé.
Como buen coleccionista, compraba todo lo que emitía la Fábrica Nacional de La Moneda y Timbre. Esta empezó a emitir series «solo para coleccionistas», y con tal de cobrar les daba igual poner una peseta que cien de valor facial. En 1995 emitieron uno de 1.000 pesetas del rey Juan Carlos I, que en aquel entonces era mucho dinero. Si a esto le añadimos que, al ir a sellar una carta en Correos, en vez de un sello le ponían una pegatina, me pareció demasiada burla, y lo dejé.
El buen aficionado a la filatelia de mis tiempos empezaba por coleccionar sellos usados, guardando y mendigando a amigos y conocidos las cartas que por aquel entonces se escribían y que era el único medio de comunicación de uso común. Entonces se recortaba el sello con un centímetro del sobre alrededor, se metían en agua para despegarlos, se ponían a secar en papel absorbente y luego se pegaban en hojas o libretas con «fija sellos», un papelito engomado para fijar el sello en la hoja. Después ya se podía pasar a coleccionar los sellos «sin circular», comprándolos antes de usar, y se usaban muchas herramientas: pinzas, lupa, odontómetro, álbum, clasificador, catálogo, estuches plastificados para poner el sello en el álbum.
Mucho dinero de por medio
La filatelia movía mucha gente y mucho dinero. Había exposiciones, desde ámbito internacional y provincial a pueblos pequeños. En la Plaza Mayor de Madrid había muchas tiendas, algunas con varios empleados, dedicadas a la numismática y a la filatelia, y los domingos se llenaba la plaza de gente. En los soportarles se ponían puestos para vender sellos y material, y en el centro de la plaza se veía gente de pie con clasificadores que vendían e intercambiaban sellos usados.
Una prueba de que movía mucho dinero fue el caso de las sociedades Fórum Filatélico y Afinsa, las que fueron intervenidas por la Justicia en el 2006, en la estafa piramidal más grande de la historia de España. Estafaron los ahorros de unas 300.000 personas, por un importe de 3.000 millones de euros. Gente que, en la mayoría de los casos, no había visto un sello como objeto de colección en la vida, pero sí de inversión financiera.
El coleccionista no era un almacenista. El sello era un bien cultural, donde se reflejaba la historia de personajes, monumentos, flora, fauna, paisajes, y procuraba enterarse de todo lo que rodeaba su contenido. Había series que se emitían a lo largo de varios años. Otras podían ser de un solo sello, para conmemorar un hecho puntual, y a parte estaban las series básicas correspondientes al jefe del Estado.
En 1958 empezó a emitirse una serie sobre pintores españoles. Cada año salían ocho sellos con la obra de un pintor, de un colorido y calidad de imagen excepcional, y cuando habían salido cinco o seis series, decidí darle un trato especial. En una hoja de un archivador, rotulaba con Rotring y regleta el año y el nombre del pintor. Pegaba el estuche que albergaría cada sello y con tinta china y tiralíneas remarcaba el estuche. En otra hoja escribía a máquina, la biografía del artista, por lo que tenía que recurrir a la enciclopedia y a la biblioteca. Así durante 22 años seguidos, hasta l979. Goya, Velázquez, Murillo... No sé por qué no se emitió nunca una serie dedicada al genio Dalí. En 1994, alguien intentó corregir aquel error, y se emitió una serie especial sobre él con el mismo formato, y aunque no pertenece a la misma serie de pintores, yo la incluí. Hoy es fácil encontrar ofertas en internet de sellos muy escasos, que tenían mucho valor. Estaban en manos de los abuelos, aquellos que se levantaban los domingos temprano para ir a la Plaza Mayor, y hoy sus nietos no saben qué hacer con ellos. Entre la ambición de los gobiernos, las nuevas tecnologías y otro nivel de vida, esta gran afición centenaria languidece.