«Snatch, cerdos y diamantes», de Guy Ritchie, el martes 26 de febrero con La Voz, y el jueves 28, «El precio del poder», de Brian de Palma

M. A. Fernández

INFORMACIÓN

Llévate cada martes y jueves una gran película por solo 0,50

05 feb 2013 . Actualizado a las 20:25 h.

«Snatch, cerdos y diamantes», un diamante enloquecido

Antes de ceder a las pretensiones taquilleras de Hollywood, el padre de la remodelada, exitosa y acomodaticia franquicia Sherlock Holmes, el británico Guy Ritchie, era un transgresor que disfrutaba provocando con sus irreverentes incursiones en el thriller, del que Snatch, cerdos y diamantes, es su ejemplar más encloquecido.

Realizado sobre un guión propio, dos años después de su debut en 1998 con Lock & Stock, se centra en Franky, ladrón de diamantes que deberá entregar a su jefe una valiosa gema, pero antes se toma su tiempo para apostar en un combate clandestino de boxeo, realmente una encerrona para arrebatarle la piedra. A partir de ahí, un festín de violencia, armas y sangre, destinado a los incondicionales de Ritchie, que insistirá en la misma línea en sus posteriores Revólver (2005) y RocknRolla (2008), aunque sin llevar al nível alcanzado aquí.

Aparte la presencia de Pitt, casi en plan colega, el reparto incluye a Benicio Del Toro, Dennis Farina, Vinnie Jones y Jason Statham, entre otros.

«El precio del poder». El hortera Tony Montana

El ahora consolidado director Oliver Stone, escribió el guión de El precio del poder, que en su título original norteamericano conserva Scarface, en clara referencia al mítico filme de gangsters, que realizara Howard Hawks en 1932 (con Paul Muni y George Raft al frente del reparto), del que este es un remake. Treinta años después, la película está entre las más notables e influyentes del cine de los ochenta.

Realizada en 1983 y rodada en exteriores de California y Miami, con un presupuesto de 25 millones de dólares (considerable para la época), tiene como actor principal a Al Pacino, acompañado de Michelle Pfeiffer. Pacino es el memorable Tony Montana, tan hortera como despiadado, recién llegado de Cuba e instalado en Miami, con el sueño de controlar el hampa de la ciudad y el tráfico de drogas.

En casi tres horas de metraje, De Palma se manifiesta como cineasta singular, dotado para la violencia, que tiene en sus largos planos secuencia su peculiar marca de fábrica, a la que contribuye el fotógrafo John A. Alonzo. La banda sonora de Giorgio Moroder pronto lideró el hit parade.