La labor de la investigadora inglesa Rosalind Franklin, figura clave para abrir las puertas de la ciencia a las mujeres, resultó vital para el descubrimiento del ADN
26 jul 2013 . Actualizado a las 00:04 h.La biofísica inglesa Rosalind Franklin, autora de la Fotografía 51 en la que obtenía una imagen del ADN mediante técnicas de rayos X, será recordada por la comunidad científica como figura clave para la ciencia del siglo XX. Gracias a esta conocida imagen, las investigaciones de Watson, Crick y Wilkins culminaron en 1962 con el premio Nobel por el descubrimiento del ADN. Precisamente, Wilkins reconocería la labor de Rosalind Franklin a sus investigaciones justo 4 años después de la muerte de la científica inglesa.
Probablemente, Rosalind Franklin habría logrado llegar a las mismas conclusiones tan sólo unos meses mas tarde pero ella nunca supo que una filtración de su trabajo había contribuido a desvelar el secreto de la vida.
Rosalind Franklin murió en 1958 a los 37 años de un cáncer de ovario que pudo ser consecuencia de su trabajo con los rayos X. Cuatro años más tarde, en 1962, Watson, Crick y Wilkins se repartieron el Premio Nobel que para muchos mereció Rosalind Franklin. Sin embargo el premio de la Academia sueca nunca se entrega a título póstumo ni puede compartirse entre más de tres personas.
Rosalind Franklin, además, destacó en otro tipo de investigaciones relacionadas con las microestructuras del carbón y el grafito. Fueron también relevantes sus trabajos sobre la estructura de los virus.
Tal fue la contribución a la ciencia de Rosalind Franklin que son varias las instituciones y premios a los que da nombre, como la universidad Rosalind Franklin University o los premios Royal Society Rosalind Franklin Award and Lecture, que premian la labor de la mujer en la ciencia.
Pero la figura de de Rosalind Franklin no solo ha sido relevante en el mundo de la ciencia. Para la comunidad feminista la labor realizada por la investigadora, abriendo camino a la presencia de la mujer en la comunidad científica, la enmarcan como una de las figuras más relevantes. Su presencia en la universidad de Cambridge ya sufrió la oposición de su familia, pero Rosalind Franklin, de fuerte carácter y personalidad -como reconocen algunos de sus colegas-, no solo consiguió formarse, sino que se convirtió en una gran investigadora a pesar del desprecio sufrido por parte de algunos de sus colegas.
Una mujer obviada
Rosalind Franklin fue una de esas mujeres obviadas por dedicarse a la ciencia y a la investigación. Destinadas al olvido por instituciones y compañeros a pesar de que sus descubrimiento cambien el rumbo de las cosas y el sentido de la vida. Nació en Londres el 25 de julio de 1920, la segunda de cinco hijos en una familia judía. Sus padres, Ellis y Muriel, participaban en organizaciones benéficas y servicios a la comunidad. Rosalind Franklin siempre había demostrado una aptitud temprana para las matemáticas y la ciencia y un don para los idiomas. Después de escuchar a Einstein en una de sus conferencias decide graduarse en Químicas por la Universidad de Cambridge. Al principio su padre desaprueba la idea, pero lo cierto es que él mismo había estudiado ciencias e incluso aprendido alemán con el fin de intentar convertirse en científico además de defender siempre la educación como valor primordial. Los años de Universidad de Rosalind Franklin estuvieron marcados por la Segunda Guerra Mundial, lo que provocó que muchos de sus profesores fuesen detenidos o dejasen su trabajo. Durante aquella época escribió una carta en la que comentaba: «Prácticamente la totalidad de los miembros del laboratorio han desaparecido. Bioquímica se ejecutará casi en su totalidad por los alemanes, y no puede sobrevivir». En este mismo laboratorio había estudiado Newton y allí se constituyó el Laboratorio Cavendish, nombre del físico que unificó las fuerzas eléctricas y el magnetismo.
Cuando acabó sus estudios pasó tres años muy productivos en París en el Laboratoire de Services Chimiques de L?Etat, donde aprende y desarrolla técnicas tan innovadoras como relevantes para su futuro, entre las que destacan las de difracción de rayos X, también llamada «cristalografía de rayos X». En 1951, Rosalind Franklin vuelve a Inglaterra como investigadora asociada en el laboratorio de Juan Randall en Cambridge.
Para Rosalind era la gran oportunidad de aplicar sus conocimientos a la biología y el laboratorio de Randall se encontraba en el mejor nivel de desarrollo. Fue allí donde su trayectoria se cruzó con la Maurice Wilkins.
Wilkins había sido el primero en reconocer los ácidos nucleicos y no estaba dispuesto a que Rosalind Franklin fuese su competencia. En ese momento se conocía la forma deshidratada de la molécula, la que no sugería una forma helicoidal. Franklin se concentró primero en interpretar los patrones de difracción utilizando las laboriosas fórmulas de Patterson y consiguió sus objetivos: Rosalind Franklin pulverizó los argumentos de todos sus colegas. La cantidad de agua en el modelo no correspondía al de los estudios de difracción. En 1952 consigue con el difractómetro de rayos X, fotografiar la cara B del ADN hidratado, la famosa Foto 51, la columna vertebral del ADN.
A espaldas de Rosalind, Wilkins le enseña a Watson las fotos decisivas que ésta ha obtenido del ADN y cuyos resultados aún no ha publicado.
La vida de Rosalind Franklin fue tan corta como protagonista. Siendo mujer, científica y judía, tuvo que soportar el desprecio de otros científicos, ver como su trabajo fue discriminado. Su misógino jefe fue capaz tacharla de «conflictiva» y «poco femenina» pero no dudó un momento en robarle su trabajo sobre el cual orientó y logró armar un informe con la información genética y los resultados de Rosalind.
El espíritu luchador de esta «heroína olvidada» llamada Rosalind Franklin, le permitió seguir investigando y gracias a ello lideró varios trabajos pioneros relacionados con el virus del mosaico de trabaco y el virus de la polio.
Rosalind Franklin falleció a los 37 años víctima de un cáncer de ovario en Londres. Se especula con la posibilidad de que la causante de la enfermedad fueron sus repetidas exposiciones a la radiación durante sus investigaciones.