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Manos Limpias, una década de desilusión y revancha

La Voz

INTERNACIONAL

JAIME CASTILLO CRÓNICA Los jueces anticorrupción no consiguieron cambiar Italia

16 feb 2002 . Actualizado a las 06:00 h.

L tornado judicial Manos Limpias, que arrasó la vida pública italiana en la década de los 90, cumple hoy diez años, entre la desilusión de los que confiaron que cambiaría radicalmente el país y el afán de revancha de los que aún se sienten injustamente vapuleados. Una de las víctimas insignes de este huracán anticorrupción fue el magnate de la televisión privada Silvio Berlusconi, que asiste a la conmemoración desde el sillón de primer ministro, con una mayoría parlamentaria sin apenas precedentes. Condenado a siete años de prisión y luego absuelto en la fase de apelación, en algunos casos por prescripción de los delitos que se le atribuían, Berlusconi resume este periodo comparándolo con «una guerra civil» y anunciando una profunda reforma de la Justicia. Al otro lado, Francesco Saverio Borrelli, el veterano jefe de la Fiscalía de Milán que, con Antonio Di Pietro a la vanguardia, desató los vientos de Tangentopoli (la ciudad de las comisiones ilegales), se dispone a jubilarse en primavera con un llamamiento a la resistencia. Quien no pudo resistir, porque murió a comienzos del 2000, fue el socialista Bettino Craxi, paradigma de esta turbulenta etapa. Manos Limpias se inició formalmente el 17 de febrero de 1992 con la detención de un político de segunda fila que presidía el mayor asilo de ancianos de Milán, el socialista Mario Chiesa, sorprendido mientras se embolsaba una comisión de 3.500 dólares. Sus confesiones fueron desenredando una madeja de pagos ilegales a los partidos que en diciembre de ese año llevó hasta el ex-primer ministro y secretario del Partido Socialista Bettino Craxi. Éste decidió huir de la Justicia y refugiarse en su villa tunecina de Hamamet tras denunciar un complot urdido por los jueces comunistas, las famosas «togas rojas», a las que hoy sigue apuntando con el dedo acusador su gran amigo Silvio Berlusconi. La tesis tiene que ver con el curso de la historia tras el airado paso del ciclón de Tangentopoli, que liquidó a la vieja clase política que gobernó Italia con repartos y componendas desde la postguerra: la Democracia Cristiana, el Partido Socialista y sus aliados menores, liberales, republicanos y socialdemócratas. Sólo los herederos del Partido Comunista Italiano, el más importante de Europa occidental, se salvaron globalmente de la quema, lo que facilitó su llegada al poder al final de la década. En un escenario conmocionado por el asesinato de los jueces Falcone y Borsellino a manos de la Mafia y la crisis económica que obligó a la lira a abandonar el Sistema Monetario Europeo, Manos Limpias prendió en Italia como una regeneradora ilusión. Más 4.000 personas fueron investigadas y el pago de comisiones a los políticos alcanzó a las principales empresas del país como Fiat o Ferruci, cuyo presidente Raúl Gardini acabó suicidándose, al igual que hicieron otra cuarentena de implicados. Sin embargo, las dilaciones judiciales limitaron el alcance del proceso y la persistencia de los viejos modelos desactivó las esperanzas de cambio. Una de las grandes paradojas de Tangentopoli fue la de Berlusconi, al que los vientos justicieros que liquidaron a los viejos partidos le allanaron el camino al poder en 1994, al igual que luego le arrojaron de él bajo la acusación de corrupción. Pero el empresario milanés fue capaz de resucitar de sus cenizas y reconquistar la gloria perdida en el 2001, después de que las causas judiciales emprendidas contra él fueran desvaneciéndose.