Reportaje | Los últimos dirigentes corruptos de Latinoamérica El fantasma de la corrupción vuelve a mirar a América Latina tras la huida del ecuatoriano Lucio Gutiérrez. Menem, Salinas, Pérez, Fujimori, Collor de Mello tuvieron que salir del poder tras sus desmanes.
30 abr 2005 . Actualizado a las 07:00 h.El Turco, el Chino, el Chupacabras, CAP, el Cazador de Maharajas no son miembros de una banda, al menos, de una pandilla corriente, aunque todos tienen en común haber llegado a la más alta magistratura de sus países y haber abandonado la misma por la puerta de atrás. Un triste final que la rocambolesca huida del ecuatoriano Lucio Gutiérrez y la crisis en que ha sumido a su país les ha devuelto al primer plano de la memoria histórica. Son los ex presidentes Carlos Menem (Argentina), Alberto Fujimori (Perú), Carlos Salinas de Gortari (México), Carlos Andrés Pérez (Venezuela) y Fernando Collor de Mello (Brasil). Elegidos bajo las reglas del juego democrático entre finales de los 80 y principios de los 90 se creyeron los hombres adecuados para reconducir sus países, muchos de los cuales apenas acababan de recuperar las garantías constitucionales tras férreas dictaduras. Llegaron al poder en loor de multitudes, cargados de promesas populistas y reformas, haciendo ascos a las políticas económicas neoliberales que los organismos de crédito internacionales les susurraban como condición sine qua nom para acceder a más préstamos y para taponar el agujero de la deuda externa; durísimos ajustes que no tardaron en abrazar tan pronto se ciñeron la banda presidencial. Sus desmanes les obligaron a abandonar el poder como vulgares delincuentes, algunos sin concluir mandato; otros poniendo a sus países al borde de la quiebra (México) o en medio de alzamientos populares (Venezuela), y todos dejando al descubierto que casi 20 años después de que Eduardo Galeano escribiera las Venas abiertas de América Latina , el continente volvía a sangrar por las mismas heridas: los desequilibrios, la pobreza endémica, el mal manejo de las finanzas y la corrupción. Acusados de diversos delitos se sintieron ofendidos y víctimas de complots, no dudaron en protagonizar particulares protestas para defender su inocencia. Salinas pasó varios días en huelga de hambre y Collor convocó una manifestación de apoyo, pero la multitud concurrió vestida de negro. Unos decidieron marcharse sin hacer ruido -Salinas salió como un fugitivo a Nueva York y Fujimori que se quedó en Japón tras un viaje-. Sólo Menem y Pérez sufrieron arrestos domiciliarios y únicamente el segundo ha pasado fugazmente por la cárcel. Casi todos han coqueteado y tanteado el regreso a la política como Menem, Collor o Pérez y se ha encontrado con estrepitosos fracasos. Y aún Fujimori amenaza con volver a las presidenciales del 2006 porque, según él, tiene «un compromiso político y moral con los peruanos». Sin absolución En casi todos los casos ni la historia ni los tribunales les han absuelto. Collor de Mello tiene el dudoso honor de haber sido el primero en ser pillado. Tenía toda la pinta para ser un presidente de película, buena planta, carisma, formación y fortuna, un seductor nato. Dueño de un imperio audiovisual, se ganó al electorado con una campaña de marketing sin precedentes, en la que sus asesores no dudaron en sacar a relucir los trapos sucios de su rival, Lula da Silva. Es el hombre de los récords: el más joven presidente de Brasil y de Latinoamérica (40 años). También el primero al que se le aplicó un proceso de impeachment o destitución. Abandonó el poder en diciembre de 1992. Su colaborador Paulo Farias, cerebro de los escándalos, fue encontrado muerto en extrañas circunstancias. Por orden cronológico, el segundo en caer fue Pérez, que intentó con un segundo mandato, reeditar el éxito del primero, que al abrigo del boom del petróleo convirtió a Venezuela en el país con la renta per cápita más alta de Latinoamérica. Entre los 14 años que separan sus dos presidencias, los precios del crudo cayeron, el despilfarro de su Administración no tenía límite y el caldo de cultivo para la corrupción estaba sembrado, las revueltas populares se hicieron inevitables. Sus logros económicos se hicieron a costa de ahondar las desigualdades sociales. Pérez sufrió dos intentos de golpe -uno encabezado por Hugo Chávez-. En 1993, la Corte Suprema encontró razones suficientes para procesarle. Se exilió a Santo Domingo y sobre él pesa una orden de extradición. El tercero en el desfile fue Salinas, quién si terminó mandato. Su designación fue acogida con un espectacular hundimiento de la Bolsa. Su salida de la presidencia estuvo precedida de la insurrección zapatista, una cadena de asesinatos políticos -el candidato Colosio y el procurador Ruiz Massieu-, escándalos de todo tipo y un país al borde de la quiebra, que obligó a la comunidad internacional a acometer la mayor operación de rescate financiero de la Historia. Los logros económicos, la pretendida modernidad de México con su incorporación al Primer Mundo tras su ingreso en el club de los países más ricos se revelaron como otro bonito cuento de realismo mágico. De su mandato, apenas se salva el impulso que dio a la reforma política que aupó a Zedillo a la presidencia en las elecciones más limpias de México y años después permitiría a otro partido, el PAN, descabalgar al PRI del poder tras 70 años de hegemonía. Salinas vive en Irlanda, que no tiene tratado de extradición con México. Fujimori irrumpió en la escena política siendo un desconocido, hizo la campaña en un tractor y en las urnas barrió a Vargas Llosa. No dudó en dar un autogolpe en 1992, al grito de «aquí mando yo», por si alguien tenía alguna duda de que iba a sacar su proyecto adelante fuera como fuese. Reformó la Constitución para posibilitarse un segundo mandato y hasta un tercero. No le dio tiempo a terminarlo. Las sospechas de corrupción, las violaciones de derechos humanos y los abusos de su hombre de confianza, Vladimiro Montesinos, le obligaron a huir. El último de los encausados, Menem también se aseguró dos mandatos tras la reforma de la Constitución. Sus logros económicos, devolvieron la esperanza a Argentina, por poco tiempo. Se asentaban sobre cimientos de barro. Envuelto en escándalos de narcotráfico y tráfico de armas perdió su blindaje tras salir de la Casa Rosada. Se resiste a abandonar la política, por más que sus detractores le vean cuan protagonista de un tango: sentimental y cursi. Ni son los únicos ni sus abusos, patrimonio de Latinoamérica.