El Congreso desoye a Bush y amplía los derechos a presos por terrorismo

Óscar Santamaría CORRESPONSAL | NUEVA YORK

INTERNACIONAL

El presidente advierte que «el tiempo se acaba y que está en juego la seguridad del país» Powell asegura «que el mundo empieza a dudar de la base moral de la lucha de Estados Unidos».

15 sep 2006 . Actualizado a las 07:00 h.

George W. Bush sufrió ayer un duro revés en sus aspiraciones para que el Congreso refuerce sus poderes en la lucha contra el terrorismo y autorice que sean tribunales militares los que juzguen a los detenidos en Guantánamo. La rebelión vino de su propio partido. Sin poder ocultar su enfado, Bush convocó una rueda de prensa en los jardines de la Casa Blanca, en la que lanzó a sus correligionarios republicanos la siguiente advertencia: «El tiempo se acaba y lo que está en juego es la seguridad de Estados Unidos». El presidente quiso así escenificar su último esfuerzo para presionar al Congreso, que en un par de semanas suspenderá sus actividades para ser renovado en las elecciones legislativas de noviembre. Bush quiere que los legisladores aprueben antes un paquete de leyes en las que, entre otras cosas, autoricen legalmente los tribunales militares que él estableció sin su visto bueno y aclaren las reglas sobre cómo tratar e interrogar a los detenidos por terrorismo, sobre todo en lo que se refiere a la aplicación de la Convención de Ginebra. Pero el jueves, el Comité de Servicios Armados del Senado, controlado por los conservadores, ignoró los llamamientos de Bush y aprobó una propuesta que difiere en lo esencial con lo que quiere la Casa Blanca, pues otorga más derechos a los detenidos. Básicamente, prohíbe que el Gobierno use información confidencial y pruebas secretas en los juicios contra los sospechosos de terrorismo, y a la que ni ellos ni su defensa tienen acceso. También limita la «reinterpretación» que la Administración Bush hace de la Convención de Ginebra en lo relativo al trato cruel e inhumano a los presos. La nueva derrota de Bush se enmarca en la proximidad de las legislativas y el cansancio entre la población de la guerra en Irak, de la que muchos conservadores quieren ahora distanciarse para no verse perjudicados en las urnas. Hasta uno de los más cercanos colaboradores de Bush, el ex secretario de Estado Colin Powell, rompió su silencio y añadió más leña al fuego. En una carta, indicó al senador republicano John McCain, otro de los «rebeldes», que el «mundo empieza a dudar de la base moral de la lucha de EE.?UU.» contra el terrorismo.