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«Esto no es la mili»

David Beriain HERAT/QALA I NOW ENVIADO ESPECIAL

INTERNACIONAL

FOTOS: VERA COSMO

Tras dejar atrás el trabajo, las patrullas y los momentos de riesgo, los soldados pasan sus ratos charlando, jugando o viendo el triunfo de Alonso por la televisión.

01 nov 2006 . Actualizado a las 06:00 h.

PARTIDA DE DADOS. Soldados de la Brilat juegan a los dados en una de las terrazas de la base de Herat, junto a la cafetería principal. ANIMANDO A ALONSO. Militares siguen el Gran Premio de Brasil, en el que Fernando Alonso se proclamó campeón del mundo. BUENA COMIDA. El capitán Nacho Felgueroso y el teniente Antonio Guerreiro, en el comedor de la base de Herat. El pasado día 23 de octubre, en el patio de banderas de la base española de Herat había algo fuera de lo habitual. Las enseñas italiana, eslovena, portuguesa y lituana ondeaban normalmente. La española, sin embargo, era descomunal, casi tan grande que recordaba a la de la plaza de Colón de Madrid. «Hombre, hay que celebrar el mundial de Fernando Alonso», comentaba el teniente coronel Armando Torner. El asturiano acababa de coronarse el día anterior, y los soldados españoles, gracias a la diferencia horaria entre Afganistán y Brasil, habían seguido la carrera por televisión vía satélite como si estuvieran en el pit lane. «Ya verás tú los italianos cuando gane Rossi el mundial...», añadió. Rossi no ganó, pero la anécdota dibuja muy bien la otra cara de la vida de los soldados gallegos y del resto de los españoles en Afganistán. Ese momento del día en que dejan de ser personas con uniforme y pasan a ser simplemente personas. Gente que necesita hacer deporte y tener sus ratos de ocio, hablar, compartir un café. Dejar atrás por un momento el trabajo, las patrullas y, para algunos de ellos, los momentos de riesgo. Así es el día a día en las bases de Herat y Qala i Now. Levantarse con el sol Las bases españolas en Afganistán se levantan con el sol. Aquí no se toca diana ni nada parecido, porque esto, como dice el capitán Ángel Gómez, «no es la mili». Sin embargo, para las siete o las siete y media de la mañana todo el mundo se encuentra ya en plena actividad. Se trata de aprovechar el día al máximo, porque cuando llega la noche hay un apagón casi total de luces por motivos de seguridad. Después de un desayuno español, los soldados acuden a su puesto de trabajo. A veces se tiende a creer que todos los militares que van a una zona como Afganistán se pasan el día patrullando entre la población local. Pero lo cierto es que muchos de ellos apenas salen de la base en sus cuatro meses de misión, porque su trabajo es apoyar a los que salen a patrullar. Por eso son tan importantes los ratos de esparcimiento o los mercadillos semanales, donde los ciudadanos afganos instalan sus puestos de regalos. Allí se puede regatear, bromear con el comerciante y comprar un regalo para llevar a la madre, a la novia o la mujer. Contacto con los afganos Entre los que sí salen de la base está Ana Belén, una soldado pontevedresa de Poio, que está destinada en Qala i Now. Ella sale, patrulla, pero hasta cuando está en la base tiene contacto con los afganos. Es la encargada de la lavandería y, como tal, dirige a un equipo de tres trabajadoras locales. «Me cuentan un montón de cosas del país y me preguntan mucho por España. Me gusta trabajar con ellas», dice esta joven militar. «A mí, el mensaje que me gustaría transmitir a mi familia es que aquí estamos bien, que tenemos seguridad y que tenemos buenas condiciones de vida, que es más de lo que se puede decir de esta gente. ¡Ah!, y que la comida es muy buena», comenta. «La verdad es que comemos muy bien, como en España o mejor», corrobora el teniente Antonio Guerreiro, de Viveiro. Ese es el dictamen general. La comida, tanto en la base de Qala i Now como en la de Herat es estupenda. De ello se ocupa una unión de empresas que conjuga trabajadores españoles, inmigrantes ecuatorianos y algunos filipinos. Toda la cocina es española, con ingredientes traídos desde los países de alrededor, cuidando su calidad e intentando prevenir los problemas estomacales, que son la gran pesadilla de todos los soldados. Le llaman el «síndrome del yala-yala (vamos, vamos, en árabe) y casi todos pasan por él. Varios días de diarreas que afectan a cualquier occidental que se pasa por esta zona. Los militares de la Brilat, el año pasado, incluso llegaron a bautizar una de las calles de la base como la «rúa del apretón», en honor al famoso síndrome. Es casi tan famoso como las arañas camello que rondan por la base, ante cuya mordedura hay que estar muy prevenido. Algunos soldados nos han confesado que las temen más que a los talibanes. Charlas de cafetería Después de comer, el que tiene tiempo echa un café. En Herat hay una cafetería y varias terrazas para cuando hace buen tiempo poder tomarlo al aire libre. Algunos aprovechan para jugar a los dados, otros para conversar. En Qala i Now, algunos gallegos pasan ese rato jugando al ping pong en una cafetería que tiene carteles de las Rías Baixas, más carteles con el credo de la Brilat y cierto aire de bar de jubilados. Tras el trabajo de la tarde llega el descanso. Es el momento en que muchos aprovechan para hablar con la familia de España. Antes, la comunicación se hacía vía telefónica, pero aquí las nuevas tecnologías han ayudado a acercar a los militares a sus hogares. A través del sistema Skype pueden hacer videoconferencias con sus familias y tranquilizarlas. A nadie le falta algo con lo que matar el rato en la base. Hasta juegan al fútbol contra un combinado afgano. Los soldados de la Brilat todavía no han logrado ganarles. Y si no, siempre les queda la PSP, que es una de las compras estrella entre los militares más jóvenes antes de salir de misión.