nueva york | El nombre del cargo se le quedaba corto: jefe de gabinete adjunto de la Casa Blanca. Karl Rove ha sido desde que pisara la residencia presidencial hace seis años uno de los hombres más poderosos de Washington, dominando desde las sombras los hilos del establishment, aglutinando con mano firme a los republicanos en el Congreso en torno a su líder. Pero sobre todo, el cerebro político de Bush. El responsable de que el tejano fuera elegido gobernador de Tejas y dos veces presidente de Estados Unidos. Su amigo íntimo, su gurú.
Su poder, que ejercía con autoridad, pero de forma sigilosa, le atribuyó dimensiones casi míticas en círculos republicanos. Nada se escapaba a su control, todo pasaba por su despacho. Manga ancha que contaba con el beneplácito de Bush, a quien conoce desde hace más de 30 años, aunque fue a principios de la década de los noventa cuando entró a formar parte del círculo cercano al presidente, hasta ser considerado un miembro más de su familia.
Por entonces, Rove era sólo un estratega republicano más pero su maña consiguió que Bush llegara a gobernador de Tejas en 1995. Como ambos han reconocido, su trabajo fue clave también en las victorias del tejano en las elecciones presidenciales del 2000 y del 2004.
Época de sombras
Pero su legado se ha visto nublado en los últimos tiempos, como si su capacidad de maniobra hubiera quedado disminuida, erosionada. Por ejemplo, en la estrategia desarrollada por Washington en Irak. Desde su atalaya, este político de 56 años fue uno de los artífices de la guerra, presionando a los miembros del Congreso, de uno y otro bando, para que autorizaran la invasión del país árabe.
Una lucha de la que sigue siendo defensor a ultranza. Tal y como dijo en una entrevista con The Wall Street Journal en la que adelantó su renuncia: «Irak será un mejor lugar». No obstante, el envío de más tropas -el último intento de la Casa Blanca para enderezar la situación- no está dando los resultados previstos. También ha fallado en sus esfuerzos por sacar adelante dos importantes reformas, que fueron presentadas por Bush como claves de cara a su segundo mandato: la de la Seguridad Social y la del sistema migratorio.
Además de eso, en los últimos meses se ha visto acorralado por los escándalos, de los que se escapó como pudo, pero acabó tocado: los casos de la ex espía de la CIA Valerie Plame y el del despido de los fiscales federales. Pero quizá su mayor batacazo, el que más le ha dolido, fue la pérdida del control de la mayoría republicana en el Capitolio el pasado noviembre.
Con la popularidad de Bush en mínimos históricos, algunos ven la marcha de Rove como un intento por soltar lastre de cara a las presidenciales del 2008. Pero también una señal más del estatus de lame-duck del que goza, ya desde hace algún tiempo, el líder republicano, que ya cuenta las horas para abandonar la Casa Blanca sin muchas esperanzas de conseguir grandes logros.
Mantendrá su influencia
No obstante, algunos analistas opinan que la influencia de Rove seguirá viva por algún tiempo, sobre todo de aquí a las presidenciales del año próximo, pues muchos de los responsables de las campañas de los tres aspirantes republicanos que lideran la carrera han trabajado con el polémico asesor y están clonando sus tácticas.