Un desenlace electoral sin sorpresas y sin credibilidad

La Voz

INTERNACIONAL

02 mar 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

El desenlace de la votación de las cuartas elecciones presidenciales tras la era soviética no suscita dudas, pero sí su credibilidad. Al mismo tiempo que el poder iba alisando el camino hegemónico de Vladimir Putin se iba diluyendo la democracia rusa entre prohibiciones, cambios legislativos, cierres y vetos.

Por el camino se ha quedado la oposición liberal, totalmente marginada desde hace ocho años. Ni el ex campeón de ajedrez Gari Kasparov, ni el antiguo disidente Vladimir Bukowski, ni Boris Nemtsov y ni tan siquiera Mijaíl Kasiánov, un ex primer ministro de Putin reconvertido en firme opositor, han podido presentarse a las presidenciales por «razones técnicas».

Además, de no contar con candidatos que representen verdaderamente la oposición a Putin, los comicios de hoy no contarán con la fiscalización de una misión independiente. La Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) ya se negó a enviar a observadores a las elecciones legislativas de diciembre ante las restricciones impuestas a su trabajo. «Que se metan en sus asuntos», fue la reacción de Putin.

El presidente no ha dejado crecer a nadie que le hiciera sombra desde los tiempos de oligarcas como Mijaíl Jodorkovski, el director de la petrolera Yukos que cumple en Siberia su condena por intentar llegar al poder. Los que se salvaron de la purga están exiliados o muertos.

Tampoco Putin ha tenido piedad con los medios de comunicación opositores. Cuatro días después de tomar posesión como segundo presidente de la Rusia postsoviética -en una ceremonia celebrada el 7 de mayo del 2000 al más puro estilo zarista-, Putin espetó su primer dardo contra los medios que osaban criticar su gestión. Dos años después, TV-6, el último canal crítico, finalizó sus emisiones.

Los pocos opositores que se atreven a hacer declaraciones acusan al jefe del Kremlin de desmantelar las libertades democráticas, reducir al Parlamento a una labor de comparsa, no investigar los asesinatos de periodistas y políticos y de crímenes de guerra masivos en Chechenia, el lugar donde comenzó Putin a fraguar su ascenso al poder.