No es fácil ser antorcha olímpica. El símbolo de los Juegos de Pekín llegó ayer a la capital china en un operativo con fuertes medidas de seguridad, soldados desplegados y control absoluto de cada paso, por temor a manifestaciones sobre el Tíbet, los derechos humanos y otros temas que podrían afectar a su recorrido por el mundo.
La ceremonia fue transmitida desde la plaza de Tiananmen por la televisión nacional con un minuto de retraso, para evitar la aparición en pantalla de posibles manifestantes.
«Declaro el comienzo del relevo de la llama de los Juegos Olímpicos de Pekín», afirmó el presidente chino Hu Jintao, sosteniendo la antorcha antes de pasársela a Liu Xiang, un símbolo deportivo de China, campeón olímpico y mundial de los 110 metros vallas.
El viaje, que durará 130 días, llevará la llama por 19 países antes de volver a China, donde realizará un recorrido de tres meses que incluye una ascenso al Everest y su paso por el Tíbet.
Las imponentes medidas de seguridad pusieron de manifiesto la decisión de evitar a toda costa las protestas con las que habían amenazado los defensores de los derechos humanos y de la causa tibetana.
Las fuerzas de seguridad sellaron el domingo la plaza de Tiananmen, escenario de las protestas de 1989 cuya represión se saldó con un baño de sangre. La ceremonia estaba reservada a 5.000 invitados.
Grupos protibetanos y otros activistas han anunciado que planean realizar protestas en etapas clave de la llama olímpica, entre ellas la de Londres el 6 de abril, París el 7 y San Francisco (Estados Unidos) el 9.
Pero en Pekín nada se dejó al azar, ni siquiera el sol. El viernes había llovido y se dispararon sustancias químicas a las nubes para disipar la lluvia.