Zimbabue se está especializando en batir récords. Su presidente, Robert Mugabe, se aferra al poder pese a sus 84 años. Le gana incluso a Fidel Castro, que cumplirá 82 en agosto, y quien se retiró porque no le quedaba otra opción a causa de su delicada salud.
Pero Zimbabue también lidera cifras económicas. Eso sí, negativas. Su inflación anual alcanzó un 2.200.000%, indicó el gobernador del Banco Central, Gideon Gono. Se trata de la más alta del mundo. Otras fuentes hablan de más millones.
El incremento es considerable y más que preocupante. En febrero, la tasa de inflación anunciada fue de un 165.000% interanual. En fin, que está a punto de superar las establecidas por la República de Weimar en la Alemania de entreguerras y la de Hungría tras la Segunda Guerra Mundial. Y para colmo de males tendrán que volver al trueque. La empresa con sede en Múnich Giesecke & Devrient ha puesto fin «a la entrega de los billetes de papel para el Banco de Reserva», como le solicitó el Gobierno alemán, para cumplir las sanciones internacionales. Con esa hiperinflación, los billetes de Zimbabue pierden valor minuto a minuto. Y en poco tiempo, tendrán menos que el papel en el que se imprimen. Buscar otros proveedores también parece misión imposible.
Las medidas del Gobierno contra la crisis han consistido en la regulación máxima de los precios, lo que ha conllevado cierre de empresas, detenciones y multas.
Mugabe, quien en 1979 liberó del apartheid a la entonces Rodesia, no supo conducir los recursos propios y los potenciales para seguir siendo la joya o el granero de África, como se conocía a ese Estado. Y el propio presidente pasó de héroe de la independencia a tirano tras unas elecciones en las que se ocupó de ser el único candidato.
La riqueza agrícola de Zimbabue dejó de serlo a principios del 2000 por una reforma agraria catastrófica que conllevó la expropiación de miles de fincas de granjeros blancos. Las tierras fueron repartidas cual botín de piratas entre los amigos de Mugabe, por cierto sin mucho ánimo de mantener la rentabilidad. Así, la producción se vino abajo y el hambre arriba. El paro ronda el 80%.
Los recursos como el oro, níquel, acero, esmeraldas, diamantes y platino, que constituyeron una brillante base de la economía, han despertado un gremio de mineros y mercado ilegales. El descalabro del país es tan espectacular que la esperanza de vida en lugar de crecer ha decrecido a un nivel que asusta. En tres décadas ha pasado de 60 a 35 años. Y todo eso sin guerras y sin cataclismos de la naturaleza, excepto los humanos.