Clinton relega los derechos humanos a la alianza con China ante la crisis

Andreas Landwehr

INTERNACIONAL

La policía arresta a numerosos disidentes con motivo de la visita de la secretaria de Estado norteamericana

22 feb 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Nunca antes se había visto tanta amabilidad en la visita de un secretario de Estado norteamericano a China. En la sala del esplendor púrpura, en el centro de poder de Zhongnanhai, Hillary Clinton y el primer ministro anfitrión, Wen Jiabao, construyeron un puente diplomática entre sus países recitando refranes chinos.

Ya antes de iniciar su gira asiática, Clinton se ganó el aprecio de Wen cuando utilizó una cita de El arte de la guerra como lema para la cooperación: «Quienes se sientan juntos en el mismo barco, cruzarán el río en paz». Su alusión a que China y EE.UU. comparten el mismo futuro la tomó prestado de un episodio del libro de Sunzi, que se desarrolla hacia el año 500 antes de nuestra era. En él se cuenta cómo los soldados de los estados enemistados Wu y Yue se encuentran en un barco y deponen sus armas para cruzar un río y llegar a salvo a la orilla. En su respuesta, Wen evitó hablar de que al final los Yue derrotaron a los Wu, y se esforzó por dar con otra cita sobre los «avances que se logran mano sobre mano».

Clinton y el nuevo presidente estadounidense Barack Obama buscan iniciar una «nueva era» en las relaciones con el gigante asiático. Sin la cooperación entre el principal país industrializado y el mayor país en desarrollo no se puede combatir la crisis ni la amenaza del cambio climático, afirman. Ambos estados son los más contaminantes del mundo, pero sobre todo se necesitan para salir de la crisis económica global que también los sacude con fuerza a ellos.

El tono de sus conversaciones pone de manifiesto que «Xilali», como pronuncian los chinos el nombre de Hillary, ha llevado a cabo un importante giro. Si durante su campaña como candidata a la presidencia habló de «hacer frente a China» ahora dice que «dependemos mucho el uno del otro». China necesita exportar sus productos a EE.UU. mientras que Washington confía en que Pekín invierta sus reservas en bonos del tesoro norteamericanos. Esto ha hecho pasar a un segundo plano las violaciones de los derechos humanos, así como la cuestión del Tíbet y Taiwán, convenientemente desplazadas en aras del pragmatismo para no interferir en el nuevo clima de entendimiento.

La realidad, sin embargo, no desapareció. Disidentes chinos dijeron ayer que la policía trató de silenciarlos. «Estoy bajo arresto domiciliario porque vino Hillary Clinton», explicó Zeng Jinyan, una de las más prominentes disidentes chinas y esposa del activista encarcelado Hu Jia, en un mensaje vía Internet. La organización Chinese Human Rights Defenders (CHRD) denunció que otros disidentes fueron colocados bajo arresto domiciliario, interrogados o vigilados por la policía durante la visita de 40 horas de la secretaria de Estado.