«Betancourt me decepcionó, fue fría cuando me quedé embarazada»

INTERNACIONAL

Rojas narra sus seis años de secuestro.

23 abr 2009 . Actualizado a las 13:44 h.

Clara Rojas (Bogotá, 1963) estuvo seis años secuestrada por las FARC en la selva colombiana. Sobrevivió en unas condiciones lamentables, sus secuestradores la amenazaron de muerte si el Ejército intentaba liberarla, tuvo un hijo con un guerrillero y rompió su amistad con Ingrid Betancourt. Ahora cuenta su escalofriante experiencia en Cautiva. Esta abogada se siente feliz, con ganas de vivir, gracias sobre todo al «motor» que es Emmanuel, que acaba de cumplir cinco años, aunque todos los días recuerda a los que aún están secuestrados.

El peor momento fue cuando la separaron de su hijo porque estaba enfermo y podía morir. «Sentí un vacío enorme, me dijeron que me lo iban a devolver en 15 días, pero tardé tres años en verlo de nuevo, cuando me liberaron», afirma. La identidad de su padre se la revelará a Emmanuel cuando crezca.

-Su infierno comenzó el 23 de febrero del 2002, cuando la guerrilla la secuestra junto a su amiga Ingrid Betancourt en San Vicente del Caguán.

-Asumimos un fuerte riesgo. Fue en el fragor de la campaña, buscamos una utopía, un ideal político, retomar el diálogo de paz. Viajamos a la zona de despeje sin ninguna seguridad. Fuimos muy ingenuas.

-Usted lo hizo por lealtad a Betancourt, que se lo pidió, aunque era consciente del riesgo. Incluso la previno.

-Fue así. Si lo miro con calma seis años después, pienso que podría haber tomado una decisión diferente. Esa decisión cambió mi vida para siempre. Tendría que haberle dicho que no.

-En cierta forma, se sintió obligada a acompañar a su amiga. ¿Le echó la culpa de su secuestro por su temeridad?

-No le hice el reclamo directamente, pero en el fondo me dolió infinitamente porque perdí la libertad.

-¿Cuándo comenzó su distanciamiento?

-A los tres días del secuestro ya pensamos en escapar. Al mes ya estábamos preparadas y lo intentamos dos veces. Las dos fracasaron. Después del último intento nos encadenaron un mes a un árbol y nos encerramos en el silencio. Yo busqué el aislamiento. Entonces te invade el desaliento y parece que no hay salida, piensas que la selva es impenetrable y es imposible escapar. Hasta los guerrilleros nos decían que nos habláramos.

-¿Se echan una a otra la culpa del fracaso de las fugas?

-No nos lo decimos directamente, pero en el fondo nos dolió. Nunca lo hablamos.

-Y dejan de hablarse.

-Sí, sin darnos explicaciones. Los dos primeros años estuvimos juntas, pero no queríamos hablar. Recuerdo que solo nos reuníamos una vez al mes para rezar el rosario. Nada más.

-Cuando se queda embarazada, la reacción de Betancourt fue muy fría. ¿La decepcionó?

-Sí, aunque llevábamos mucho tiempo sin hablarnos esperaba de ella otra actitud. Se limitó a decirme bienvenida al club, de una forma sarcástica, como previniéndome. Eso me dolió mucho. Me habría gustado que hubiera sido más efusiva.

-Los demás secuestrados también acogieron muy mal su embarazo.

-Les costó mucho entenderlo. Algunos me echaron la bronca, me llamaron irresponsable y me dijeron que les iba a crear problemas. No hacían más que preguntarme quién era el padre. Me veían como un lastre.

-¿Qué sintió cuando quedó embarazada?

-Felicidad como toda mujer que va a ser madre, pero también una angustia enorme. Se me desgajan las lágrimas porque me pregunto cómo voy a sacar arrestos para afrontar esta situación si no hay ningún recurso.

-El parto fue muy difícil.

-Fue muy complicado y dramático. Me asistió un enfermero entre comillas, porque no era un profesional, y fue por cesárea, la anestesia que me pusieron no era suficiente y me desperté antes. Mi hijo nació con un brazo fracturado, lo han tenido que operar y hacerle un trasplante de nervio para que vuelva a moverlo.

-Sus captores la apoyaron más en el momento en que quedó embarazada que sus compañeros de secuestro.

-En ese momento, sí; me dieron ánimos.

-Algunos secuestrados tuvieron luego el síndrome de Estocolmo. ¿Cómo la trataron?

-Yo no lo tengo. El hecho de que te priven de tu libertad sin tu consentimiento es lo más atroz. Pero tengo que reconocer que hicieron dos cosas buenas. Una, brindarme un mínimo de apoyo en el momento del embarazo, hicieron lo posible con sus recursos para salvar mi vida y la de mi hijo y yo lo reconozco. Hicieron lo que debían como seres humanos. Ven que estoy sola, me apartan del grupo y velan por mi salud. La segunda fue cuando decidieron liberarme unilateralmente.