La celebración de la cumbre del G-8 en Italia le ha servido a Silvio Berlusconi, en estos momentos con la reputación internacional por los suelos, para mejorar su imagen, no solo ante sus colegas grandes del mundo sino dentro del país, donde sus escándalos con prostitutas y menores parecen olvidados. En su papel de perfecto anfitrión, no escatimó regalos y detalles con sus huéspedes, preocupándose de todo, desde el color de los manteles hasta de la colocación de los comensales. Los elogios de los participantes no han sido pocos.
Cada uno de los jefes de Estado y de Gobierno participantes han paseado por las calles desiertas de la ciudad en ruinas, L'Aquila. Como consecuencia, Berlusconi les ha pasado la cuenta: Onna lo restaurará Alemania, la catedral del L'Aquila, Estados Unidos, y a los españoles nos tocará desembolsar para pagar la reconstrucción de la Fortaleza Carlos V. También las primeras damas, con Michelle Obama a la cabeza, han visto la destrucción. Carla Bruni se saltó la agenda y la vio un día después.
La intención de relanzar la zona de L'Aquila a nivel internacional no parece haber sido acogida con mucho entusiasmo por los afectados del sismo. Los lugareños llaman la pasarela a las visitas de las personalidades a la localidad. Y temen que todo se quede en un espectacular escenario mediático en el que Berlusconi se ha lavado la conciencia. Ante las críticas, Il Cavaliere ha hecho un último anuncio que no se sabe si va serio o es una de sus muchas «boutardes»: Buscará una casa para pasar el mes de agosto y seguir de cerca la reconstrucción de la ciudad. Aunque ha dicho a Obama y a los líderes mundiales que las primeras casas estarán preparadas en septiembre, en la ciudad se comenta que no será posible y se recuerda que hace tan solo unos días, en una de sus últimas visitas, hablaba de noviembre, fecha temida en una zona de grandes fríos y nevadas que nadie quiere pasar en una tienda.