Maquiavélico y escurridizo, el ex vicepresidente Dick Cheney, el halcón de los republicanos, ha sido durante los últimos tres decenios una de las personas más influyentes de Washington.
En 1962 Cheney fue arrestado por conducir en estado de embriaguez. Este incidente, que se produjo cuando contaba apenas 21 años, cambió para siempre su destino y llegó a ostentar durante unas horas la presidencia de EE.?UU., mientras George W. Bush era sometido a una colonoscopia.
Problemático y rebelde en su juventud, Cheney se caracterizó por su nulo interés académico (fue expulsado de Yale), así como por su desprecio por la vida militar, negándose incluso a servir en la guerra de Vietnam. Sin embargo, y tras el citado incidente, su vida dio un giro radical cuando a comienzos de los años setenta fue llamado para trabajar con el que más tarde se convirtió en uno de sus principales aliados, el ex secretario de Defensa Donald Rumsfeld, quien entonces era asesor del presidente Ford.
De la Casa Blanca al Congreso, Cheney supo labrarse su escalada hasta el propio Gobierno, donde comenzó ocupando la cartera de Defensa bajo el ala George H. Bush. Desde la Cámara de Representantes, Cheney defendió la Iniciativa de Defensa Estratégica, la llamada guerra de las galaxias, la ayuda militar a la contra de Nicaragua y a los insurgentes de Afganistán y Angola.
También votó contra la propuesta de exigir al presidente que notificara al Congreso en 48 horas cualquier operación secreta emprendida, como un preludio de lo que ahora se conoce que ha hecho él.
En política interna fue muy conservador: no a la integración de blancos y negros en las escuelas, y no al aborto.
Como responsable de la seguridad impulsó una fuerte privatización dentro de las Fuerzas Armadas, redujo su presupuesto en más de 20.000 millones de dólares y favoreció la contratación de corporaciones como Blackwater, que en la primera guerra del Golfo llegó a tener más hombres en Irak que el propio Ejército estadounidense. Apoyó el desarrollo de los antimisiles Brilliant Pebbles y rechazó la petición alemana de negociar con la URSS una reducción de armas nucleares de corto alcance en Europa.
La guerra, con o sin la ONU
Al parecer, Cheney también albergó la esperanza de poder ocupar algún día el Despacho Oval. Sin embargo, su poder durante la Administración de George W. Bush superó con creces el ostentado por ningún otro vicepresidente Y fue uno de los miembros más duros. Defendió la guerra contra Irak, con o sin el respaldo del Consejo de Seguridad de la ONU (2003).
Responsable de la llamada doctrina Bush, Cheney fue también el artífice de los métodos de interrogatorios en Guantánamo, la ley de espionaje doméstico o el acta de responsabilidad mediática, que impedía a los medios publicar noticias que supusiera un ataque contra la seguridad nacional.
Un oscuro currículo al que Cheney ha sumado el cargo de portavoz informal de los republicanos, sobre todo ahora que su partido adolece de claro liderazgo. Capaz de criticar igualmente a Obama que a Powell, a quien Cheney acusó de traidor por no apoyar a McCain, él, que no pudo ser presidente, amenaza con un libro de memorias. Siempre a la sombra.