La ciudad de Río de Janeiro, al lado del mar y en donde habitan 6 millones de personas, es una de las más violentas del mundo, con enfrentamientos casi todos los días entre la policía y bandas fuertemente armadas, que controlan muchas de las casi mil favelas que rodean la localidad.
Las imágenes de los últimos incidentes fueron retransmitidas por televisiones de todo el mundo dos semanas después de que la ciudad fuera escogida como sede de los Juegos Olímpicos del 2016.
Días antes de la elección, el ministro de Justicia de Brasil, Tarso Genro, había descartado que la violencia urbana perjudicase a la candidatura para ser sede de los Juegos Olímpicos de verano del 2016.
«El principal problema en cuanto a las preocupaciones del COI [Comité Olímpico Internacional] no es la seguridad pública sino la red hotelera y la cuestión del transporte público», señaló Genro. E intentó restar importancia a la guerra en las favelas diciendo que en otras partes hay problemas de racismo y de terrorismo y que Río fue capaz de conseguir una tregua para los Juegos Panamericanos del 2007.
Sin embargo, entonces los narcos y las milicias rompieron esa tregua y la paz duró solo 48 horas. La lucha entre los traficantes de drogas y las nuevas milicias, grupos formados por ex policías que alegan defender a las comunidades amenazadas por los narcotraficantes, se reavivó con furia.