No hay sorpresas. En Honduras todo se ha desarrollado de acuerdo con el guión. Roberto Micheletti y su Gobierno de facto han estado mareando la perdiz, fingiendo querer negociar con Manuel Zelaya para ganar tiempo y llegar así a las elecciones que ahora van a blanquear su golpe de Estado. Y lo han logrado.
El presidente de Costa Rica, Óscar Arias, el hombre que supuestamente mediaba en estas supuestas conversaciones, ha dejado por fin a un lado sus escrúpulos y dice ahora que es mejor aceptar los hechos consumados. Y lo dice precisamente de visita en Israel, el único país que reconoció desde el primer momento a los golpistas de Tegucigalpa.
Arias, Nobel de la Paz, habrá tenido la ocasión de bromear con su anfitrión, el también Nobel de la Paz Shimon Peres, acerca de quién de los dos se merece menos ese galardón. También podrían llamar a Obama, otro Nobel prematuro, que ha intentado convencer a Lula da Silva, mediante carta, para que acepte este apaño. Lula ha dicho que no, en parte por coherencia y en parte, seguramente, para no perder prestigio frente a Chávez. Pero no importa. A Honduras, cuya economía es poco más que la emigración a Los Ángeles, le basta con el reconocimiento de Washington.
Gestión mediocre
Hillary Clinton se apunta así su primer tanto en lo que hasta ahora ha sido una gestión no solo mediocre, sino además invisible. La defensa del Gobierno de facto hondureño tenía algo de personal para ella (dos de los asesores de Micheletti son antiguos abogados de su marido Bill Clinton). Hillary ha logrado que Barack Obama se plegase a sus deseos. Quizá algún día también ella consiga su Nobel.
En cuanto a Zelaya, todo hace suponer que su estrella se apagará rápidamente, porque en el fondo es tan poco creíble en su papel de opositor como Micheletti en el de presidente.
Honduras, simplemente, vuelve a donde estaba; pero Latinoamérica, que celebra ahora mismo su cumbre anual bajo el título Innovación y conocimiento, acaba de tener conocimiento de una peligrosa innovación: una nueva variante del golpe de Estado para el siglo XXI que funciona.