España condenó enérgicamente el golpe de Estado que en junio expulsó del poder al presidente hondureño Manuel Zelaya. Pero ahora, con el presidente José Luis Rodríguez Zapatero a la cabeza, España suaviza su postura frente a los acontecimientos en aquel país, que desde los comicios del domingo cuenta con un nombre, el de Porfirio Lobo, como nuevo actor en la crisis.
La Cumbre Iberoamericana de Estoril está dejando bien marcadas las dos posturas contrapuestas que existen entre sus 22 miembros respecto a Honduras. Y entre los que como Costa Rica, Panamá, Perú, y ahora también Colombia, reconocen los comicios (EE.?UU. también lo ha hecho) y los que como Brasil, Argentina, Venezuela y Bolivia los rechazan de plano y siguen reclamando la vuelta de Zelaya, España se erige como punto medio, en aras de alcanzar un consenso. «España no reconoce estas elecciones, pero tampoco las ignora», manifestó ayer el ministro Moratinos.
El Ejecutivo español parece nadar ahora entre dos aguas. O intenta nadar y guardar la ropa. Mientras en Estoril circula una propuesta de documento sobre Honduras presentada por la presidencia portuguesa, Zapatero ha abogado por «un gran acuerdo nacional» como salida, es decir, un consenso en el ámbito centroamericano, latinoamericano y europeo.
Con su llamada al acuerdo nacional, España parece tomar en cuenta las palabras de Lobo, que adelantó su intención de iniciar un «gran diálogo nacional». «El señor Lobo tendrá algo que decir y será un nuevo actor en el diálogo con el [depuesto] presidente Zelaya», manifestó ayer Moratinos.
El Gobierno español está ganando tiempo, evitando un pronunciamiento claro mientras se ve cómo evolucionan los acontecimientos en Honduras.