¿Quién vendió a Gordon Brown?

Imanol Allende LONDRES/LA VOZ.

INTERNACIONAL

Los laboristas se libran de un incómodo líder y encomiendan a Harriet Harman que guíe el partido hasta septiembre

12 may 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Las conspiraciones políticas son siempre atractivas y fáciles de creer. Sobre todo si el escenario son las calles adoquinadas y las casas edwardianas del Londres de Whitehall, a escasos metros de Westminster y del Big Ben. Pero lo cierto es que en las últimas 24 horas da la impresión de que el primer ministro laborista, Gordon Brown, pudo haber sido objeto de una conspiración por parte de su partido para lograr su dimisión sin necesidad de conducir al partido a una ruptura por los siete costados.

¿Por qué Brown se inmoló públicamente en un intento por lograr un acuerdo de Gobierno con los liberaldemócratas cuando, a las pocas horas, justo al día siguiente por la mañana, aún en plenas conversaciones con estos, altos cargos de su Gabinete y otros barones del partido rechazaban y condenaban al fracaso cualquier negociación? ¿Quién tomó la decisión de que Brown presentara su dimisión? ¿Se trató de un golpe de mano encubierto para librarse de un incómodo líder laborista?

Trío de conspiradores

Los conspiradores podían haber sido el círculo más maquiavélico y por lo tanto poderoso del laborismo, compuesto por Peter Mandelson, un blairista al que apodan lord of the darkness , el señor de la oscuridad; Alastair Campbell y lord Adonais, estos dos últimos antibrownistas encubiertos. Han sido calificados como «la banda de los tres, que prefieren votar tory antes de ir a la cama con los Lib Dem». Es posible que ellos aconsejaran a Brown presentar su dimisión para lograr mantener al partido en el poder, sabiendo que jamás triunfaría un acuerdo con los de Nick Clegg.

Tras tres años de tormentoso, árido, criticado Gobierno, Brown ponía fin a la pesadilla. En los últimos días había sido calificado de «ocupa», hasta de «inmoral», por haber perdido las elecciones y continuar ocupando la residencia del primer ministro británico.

Ayer, tras presentar su dimisión como primer ministro a la reina, se reunió con militantes del partido, ante los que asumió personalmente la incapacidad para cerrar un acuerdo con los liberaldemócratas para la formación de un nuevo Gobierno. Según informa Efe, les dijo: «Sabemos ahora con más certeza que nunca que hay una sólida mayoría de progreso en el Reino Unido. Deseaba más de lo que puedo expresar haber podido movilizar esa mayoría [...], pero no he podido, y tengo que aceptar, y reafirmar, que la culpa es mía y que la asumiré yo solo».

Harriet Harman, hasta ahora la número dos, será la encargada de conducir la organización hasta que sea nombrado un nuevo líder, que deberá ser ratificado en el congreso laborista previsto para el próximo mes de septiembre.

Un proceso que se antoja tormentoso, porque son varios los candidatos a tomar el relevo de Gordon Brown.

El hasta ayer premier continuará como parlamentario en Westminster. Guardará en un cajón sus sin duda buenos planes para rescatar al país de la crisis financiera, y se apuntará a un programa de recuperación de la autoestima.

Lo que es evidente es que desaparecerá por una larga temporada de los titulares de la prensa británica.