Las fuerzas belgas escenificaron ayer sus diferencias sobre las posibles vías de solución a la crisis política, un día antes de que el rey Alberto II proponga una nueva fórmula para intentar encauzar la situación del país, que continúa sin Gobierno más de seis meses después de las elecciones.
Un ejecutivo provisional para acometer las reformas económicas más urgentes o la entrada de los liberales en las negociaciones para la formación de Gobierno son algunas de las posibilidades que han centrado los debates de los líderes políticos, a la espera de la decisión real, prevista para hoy.
La situación de Bélgica se enmarañó un poco más el miércoles pasado, cuando dos de los siete partidos sentados en la mesa de negociaciones rechazaron la propuesta formulada por el último de una serie de mediadores designados por el rey desde los comicios, el senador socialista flamenco Johan Vande Lanotte, que proponía instrumentos económicos para contentar a la próspera Flandes, como otorgar el 26% del impuesto de la renta a las regiones. Sin embargo, fueron dos partidos flamencos, los soberanistas de la N-VA y los democristianos de la CD&V, los que se opusieron, exigiendo la incorporación de más demandas flamencas antes de negociar el documento con el resto de formaciones.
Al día siguiente, Vande Lanotte pidió la dimisión al rey de los belgas, tras reconocer que «se puede llevar a un caballo a un abrevadero, pero no forzarle a beber».