Saif al Islam Gadafi era visto por Occidente como un joven cosmopolita con ganas de realizar cambios en Libia, aunque sus últimas intervenciones tras la revuelta popular han mostrado su otro rostro. El delfín, de 38 años, que habla inglés, francés y alemán tras su paso por universidades europeas, ha llegado a amenazar a los suyos con provocar «ríos de sangre» si continúan las revueltas.
Una intervención que se contradice con sus declaraciones a The Times hace apenas ocho meses: «Se debería dejar a la gente elegir a sus líderes. El futuro pertenece a la democracia. No hay otra vía para Libia».
Hasta la sublevación, los países occidentales, tolerantes con el régimen de Libia, confiaban en él como un posible reformador, pese a su fama de mujeriego y juerguista -según los cables de Wikileaks llegó a pagar un millón de dólares a Mariah Carey para que cantara para él en una fiesta en el Caribe hace dos años-.
Contribuyó a difundir esa imagen de conciliador su tesis doctoral en la London School of Economics (LSE) y la creación de la Fundación Gadafi para el Desarrollo en el 2009 y con sede en Londres.
Pero tras la represión desatada en Libia, todo ha cambiado. Ayer, varios miembros de la fundación, entre ellos, el primer ministro griego, Yorgos Papandreu, han presentado su dimisión.
La London School of Economics esta siendo presionada para que revoque el título que otorgó en su día al llamado a suceder al dictador libio. Sus discursos y su papel de dirigente de la represión no casan bien con el título de su tesis doctoral en la LSE: «El papel de la sociedad civil en la democratización de las instituciones de gobernanza global»
También lejos quedaba ese sueño de hacer de Libia «la Viena del norte de África» en referencia a su ciudad europea favorita, donde estudió varios años.