S in duda es un gran momento para Boris Tadic. El presidente serbio no ha perdido tiempo en restregarle el arresto del general Mladic al fiscal del Tribunal Penal Internacional, Serge Brammertz, que había puesto repetidamente en entredicho la seriedad de los serbios en este asunto. De hecho, es posible que la operación se haya ejecutado ahora para anticiparse a un informe devastador que iba a presentar esa Fiscalía y que hubiese hecho mucho daño a las opciones de Serbia de entrar en la UE. Es legítima incluso la sospecha de que todo se haya programado para coincidir con la presencia de Catherine Ashton en Belgrado, una casualidad demasiado grande. En resumen: la captura de Mladic tiene poco que ver con un compromiso con la justicia internacional (el 40% de los serbios todavía lo consideran un héroe) y más con un quid pro quo: Mladic es el billete de entrada a la Unión Europea.
Ese es el lado triste de esta forma de justicia discriminatoria de altos vuelos en que se ha convertido el sueño de la «justicia universal»: solo se persigue y se juzga a los criminales que han caído en desgracia y cuya entrega resulta rentable a los Gobiernos que los protegen. Pero algo es algo, y no se puede quitar a Tadic el mérito de su gradual y sin embargo firme asunción de las culpas del pasado, una terapia que, como tantas terapias psicoanalíticas, no se sabe si ha funcionado porque ha funcionado o porque ha pasado tanto tiempo que el paciente ya es otro.
¿Tendrá Serbia su premio ahora? Es posible, pero no seguro. La UE no pasa por su mejor momento y la incorporación serbia no suscita ya el mismo entusiasmo, ni en la UE ni en la propia Serbia. Sería una noticia incluso mejor para Bosnia, que así también entraría. Y quizá se resolviese de paso el contencioso de Kosovo, reconocido como Estado por la comunidad internacional (excepto España y pocos más), pero no por Serbia. En la cumbre internacional que se celebra hoy mismo en Polonia, por ejemplo, no se había previsto que asistiese Tadic, en protesta porque Kosovo estaba invitada.
Al menos de momento, Serbia no está en condiciones de ceder en ese punto, que va a ser, seguramente, la siguiente exigencia de Bruselas para negociar la adhesión. Mientras tanto, el billete de entrada a la UE podría caducar.