Bill Bratton, el superagente norteamericano contratado por Cameron para asesorar a Scotland Yard, está asociado a la llamada «teoría de las ventanas rotas», que él puso en práctica a su paso por la jefatura de policía de Nueva York en los años noventa. Esta tesis interpreta el vandalismo como una respuesta al entorno físico. «Si en una calle hay una ventana rota y nadie la arregla, esto envía el mensaje de que romper ventanas no tiene importancia ni consecuencias, con lo que pronto todos los cristales de la calle acabarán reventados». El remedio, según la teoría, consiste en centrarse en reparar, y castigar mediante una «tolerancia cero», los daños pequeños en el momento en que se producen, incluso a costa de descuidar delitos mayores, pero menos frecuentes. Aparentemente, el método le funcionó a Bratton. La delincuencia disminuyó de forma espectacular en la Gran Manzana a lo largo de de los años noventa. En el 96, Bratton aparecía en la portada de la revista Time y en el 2000 hasta empezó a emitirse una serie de televisión basada en su vida (The District). Se dice que el alcalde Giuliani, que lo había contratado, no pudo con la envidia y lo destituyó.
Pero desde entonces, la «teoría de las ventanas rotas» y su éxito en Nueva York han sido puestos en cuestión. Las estadísticas muestran que la delincuencia disminuyó de manera similar en todas las ciudades norteamericanas en aquellos años, «tolerancia cero» o no. El economista Steven D. Levitt propuso una explicación más sencilla: esa disminución no fue más que una consecuencia de la baja natalidad de los años setenta, que hizo que veinte años después hubiese muchos menos jóvenes de entre 16-24 años (la franja de edad en la que se cometen la inmensa mayoría de los delitos y casi todos los actos vandálicos). El sociólogo Jack Goldstone ha propuesto el mismo enfoque para los recientes disturbios de Londres, indicando que en Tottenham, el epicentro de los disturbios, la población adolescente ha crecido más rápido que ningún otro barrio de país.
En todo caso, una cosa está clara, y es que Cameron, al anunciar, como en las películas, que trae a un policía americano para que dé lecciones a los bobbies, no va a mejorar precisamente su relación con Scotland Yard, ya tensa por las críticas que se han dirigido a sus tácticas y su anuncio de que sigue en pie el recorte previsto del 20 % de su presupuesto.