¿H a habido fraude en las elecciones rusas? Para demostrar que sí, la oposición está recurriendo a los inevitables vídeos de YouTube y a los testimonios anecdóticos. Pero esa clase de pruebas vale poco. Es fácil «fabricarlas» y, en todo caso, no indican necesariamente un fraude generalizado.
Mucho más útil es lo que ha hecho el matemático ruso Serguéi Shpilkin: analizar estadísticamente los resultados. Y su veredicto es claro: sí ha habido fraude, y sí ha sido generalizado. Shpilkin ha podido incluso deducir los resultados reales. Los observadores europeos de la OSCE, que no encontraron «irregularidades graves», han vuelto a cubrirse de gloria.
El principio teórico es simple. La clave está en los datos de participación. En una elección limpia varían de un lugar a otro, lógicamente, pero si uno los ordena de mayor a menor presentan siempre una forma característica de campana. En las elecciones rusas, en cambio, aparecen «picos» que delatan irregularidades. Muchos de los datos de participación arrojan repetidamente números redondos (60 %, 70 %, etc.), a menudo sin decimales. Esto hace pensar que la cifra ha sido «cocinada» en un despacho.
Cuando uno se inventa un número, instintivamente piensa en un número redondo. La demostración: los distritos con participaciones anormalmente altas coinciden siempre con victorias del partido gobernante y el aumento de votos solo lo favorece a él y a ningún otro, lo que es estadísticamente muy improbable. (Digamos en un aparte que este método revela por ejemplo que, contra lo que tanto se ha dicho, no hubo fraude en las elecciones iraníes que ganó Mahmud Ahmadineyad en el 2009).
Shpilkin ha calculado de manera aproximada cómo serían los resultados verdaderos. Descontando los votos sospechosos, tendríamos que el partido de Putin (Rusia Unida), obtendría un 34 % (no un 50 %).
El Partido Comunista habría sido el más perjudicado por el fraude: le correspondería casi un 26 % (no el 19 %). Los socialdemócratas (Rusia Justa) tendrían un 17 % (y no un 13 %), los ultranacionalistas del PDL de Yirinovski, un 15 % (y no un 11 %). Los liberales de Yabloko seguirían sin entrar en el Parlamento con su 4 % (no 3 %).
Por cierto, que la diferencia entre la participación probable (44 %) y la oficial (59 %) coincide casi exactamente con el porcentaje de votos «extra» de Rusia Unida.
Pueden parecer variaciones pequeñas, pero son críticas. Rusia Unida seguiría ganando las elecciones pero, con los resultados reales, una alianza entre comunistas y socialistas o nacionalistas gozaría de una mayoría amplia.
La implicación para las presidenciales de marzo es también clara: Putin no tendría garantizada la victoria. En unas elecciones limpias, se entiende.
El matemático Shipilkin prueba que hubo fraude y deduce los resultados reales