Romney enardece a sus rivales al decir que le gusta despedir gente

victoria toro NUEVA YORK / CORRESPONSAL

INTERNACIONAL

Dos policías a caballo vigilan a los simpatizantes republicanos en un centro electoral.
Dos policías a caballo vigilan a los simpatizantes republicanos en un centro electoral. EMMANUEL DUNAND< / span> afp< / span>

«Yo disfruto creando empleo», replica su rival moderado Jon Huntsman

11 ene 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Los candidatos republicanos llegaron ayer a las primarias de Nuevo Hampshire como habían salido de las de Iowa, atacando sin piedad a Mitt Romney, que seguía el primero en las encuestas con bastante diferencia. Con una particularidad: las últimas críticas de sus contrincantes las había propiciado él mismo con un comprometedor desliz lingüístico.

El exgobernador de Massachusetts lleva varios días defendiéndose de las acusaciones de que dirigió un fondo de inversión que se dedicaba a comprar empresas en circunstancias adversas para «recuperarlas», lo que hacía en unos casos despidiendo a parte del personal y en otros cerrando la empresa definitivamente. Pero el lunes, mientras intentaba explicar que le parecía importante que existiera competencia entre los distintos seguros médicos, Romney dijo literalmente: «Me gusta poder despedir gente».

Nada más saberlo y según estaba de difícil el reñidísimo segundo puesto en Nuevo Hampshire, sus rivales se tiraron a la yugular, sobre todo Newt Gingrich y Jon Hunstman. Este último, el otro moderado que disputa a Romney la nominación republicana, aseguraba: «El gobernador Romney disfruta despidiendo gente. Yo disfruto creando empleos». Precisamente, Hunstman quedó empatado con Romney en los primeros resultados que se hicieron públicos en Nuevo Hampshire: los de un pequeño y remoto pueblecito con nueve votantes.

El ataque, secundado por Gingrich y Perry, pero no por Santorum, el ultraconservador aupado por los resultados de Iowa, es importante porque Romney ha convertido en eje de su campaña su experiencia en la creación de empleo. Y es que no hay ninguna duda de que ese va a ser también el centro de la disputa entre el republicano que sea nominado y Obama ante las elecciones del 6 de noviembre.

Los dirigentes del Partido Republicano, mientras tanto, observan con preocupación esta durísima campaña y ya se empiezan a oír voces de analistas conservadores que llaman a cierta moderación en las críticas. Pero Gingrich se defendió ayer con este argumento: «No nos podemos permitir nombrar a un candidato y descubrir en septiembre que no da la talla. Por eso estamos todos a prueba en enero, febrero y marzo, para asegurarnos de que el elegido puede enfrentarse a Obama».

Precisamente Gingrich obtuvo ayer un apoyo que ha sorprendido en Estados Unidos, el del esposo de Sarah Palin, Todd.

Aunque el marido de la exgobernadora de Alaska es un empresario del sector del petróleo que no se dedica a la política, su respaldo al expresidente de la Cámara de Representantes se ve en Estados Unidos como la fórmula que ha encontrado su mujer, Sarah Palin, de intervenir en la campaña sin necesidad de hipotecar, por el momento, su apoyo a ninguno de los candidatos. Un apoyo que tendrá un enorme efecto, porque Sarah Palin parece tener todavía influencia dentro del movimiento ultraconservador Tea Party.