¿Benefician los crímenes de Montauban y Toulouse a Nicolas Sarkozy o lo perjudican? Aunque el respeto a las víctimas y la corrección política obligan a pensar que la tragedia del país vecino y la campaña electoral en que se halla inmerso transcurren por sendas diferentes, lo cierto es que partidos y líderes escrutan los acontecimientos para sacar ventaja de ellos o evitar que los perjudiquen. Contase con ello o no, el asesino de la moto acaba de meterse de lleno en la carrera hacia el Eliseo.
¿Qué ventajas y qué riesgos tiene la crisis para Sarkozy?
No hay duda de que, en las primeras horas, el gran beneficiado por la matanza del colegio Ozar Hatorah ha sido el presidente francés. El sistema político del país vecino le atribuye un papel estelar en momentos de crisis, como garante de la unidad nacional, lo que le permite tener un control amplio de la agenda y le asegura un plus de imagen. Sin embargo, la situación es un arma de doble filo para él. Si las fuerzas de seguridad no capturan enseguida al responsable de los crímenes, o si este vuelve a actuar burlando el cerco al que está sometido, la idea en la que tanto trabajo invirtió Sarkozy, de que con él la seguridad está garantizada, puede venirse abajo.
¿Habrá un efecto similar a los atentados del 11-M en España?
No se pueden pasar por alto los paralelismos ya que, si quien cometió los asesinatos en Francia es un radical islamista, el mensaje antimusulmán de Sarkozy saldrá muy reforzado. En cambio, si el criminal pertenece a la extrema derecha y actúa movido por ideas xenófobas similares a las expresadas en ocasiones por el presidente francés, el beneficiado puede ser el aspirante socialista. De todos modos, hay diferencias con los comicios en los que se impuso Zapatero. La principal es que los candidatos disponen de tiempo para modificar las percepciones del electorado, ya que falta más de un mes para los comicios. Además, por conmocionada que esté la sociedad francesa, el dolor colectivo que padece es incomparablemente menor al que soportó España en el 2005.
¿Empieza una nueva campaña o seguirá por los mismos derroteros?
Más que empezar de cero, como sugieren medios franceses, entra en una nueva etapa. La primera giró en torno a las diferencias entre Sarkozy y Hollande sobre la forma de afrontar el declive de la economía gala: mientras el primero se desmelenaba anunciando una avalancha de reformas para hacer de Francia una segunda Alemania, e incluso contaba con la ayuda de Angela Merkel como baza a favor, su rival proponía renegociar el pacto de austeridad y ampliar las atribuciones del BCE. Esa fase se acabó en cuanto Sarkozy comprobó que lo hacía parecer una marioneta de Berlín y no le permitía remontar en las encuestas. Dio paso a otra que se caracteriza por un viraje a la derecha con el deseo de recuperar a los votantes que se inclinaron por él hace cuatro años pero lo abandonaron atraídos por Marine Le Pen. Se visualizó cuando amenazó con abandonar el Tratado de Schengen. Su esencia es un discurso xenófobo que explota abiertamente el miedo al extranjero y lo convierte en una amenaza.
¿Cuál es el rasgo común a todas las víctimas?
Sería un grave error de juicio atenuar la responsabilidad individual del asesino, enjuagando su culpa en los errores de los políticos. Sin embargo, tampoco se puede borrar de un plumazo la atmósfera de resentimiento hacia los extranjeros creada por motivos electorales. En espera de que caiga todo el peso de la ley sobre el psicópata causante de las matanzas, se observa que sus víctimas tienen en común pertenecer a minorías que, de un modo u otro, están siendo anatemizadas como un peligro para la identidad francesa: Sarkozy no puede escurrir el bulto si se busca a los interesados en este empeño.
las secuelas electorales de la violencia