Los legisladores insisten en que Petraeus declare en el Congreso

Victoria Toro NUEVA YORK / CORRESPONSAL

INTERNACIONAL

Los medios discuten si la segunda mujer implicada es otra amante

13 nov 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

La dimisión de David Petraeus como jefe de la CIA no hace más que complicarse y se está convirtiendo en un auténtico culebrón con todos sus ingredientes: poder, espionaje, celos, amante, amiga. Y la CIA y el FBI en el centro de todo.

Ahora lo que se discute en los medios de comunicación es si la segunda mujer implicada en el escándalo, Jill Kelley, de 37 años, maronita de origen libanés y residente en Tampa (Florida), tenía o no también una aventura con el general retirado de cuatro estrellas. Fue ella quien recibió correos electrónicos anónimos de la amante de Petraeus, Paula Broadwell, en los que le amenazaba con frases como: «Apártate de mi hombre» o «Sé lo que estás haciendo».

Kelley le reveló el acoso que sufría a un amigo del FBI y este comenzó a investigar a Broadwell. En el curso de la investigación, se descubrió el pasado verano que mantenía un romance con el director de la CIA y que en su ordenador había documentación clasificada, que Petraeus negó haberle facilitado.

Amiga de la familia

El domingo, la acosada emitió un comunicado, firmado conjuntamente con su marido, el cirujano Scott Kelley, en el que asegura que lo único que la une con Petraeus es una amistad familiar desde hace cinco años. Así lo atestiguan imágenes del general y su mujer visitando la mansión de los Kelley en el 2010.

El exdirector de la CIA asegura que su relación con Broadwell comenzó dos meses después de dejar el Ejército y llegar a Washington, agosto del 2011, algo que evitaría que pudiera ser considerado delito (el adulterio puede ser tipificado así por las normas castrenses), y le puso fin hace cuatro meses.

Además de la vertiente sentimental, la clase política estadounidense exige respuestas a los interrogantes que están sin resolver de un caso en el que pudo estar en juego la seguridad nacional. No se sabe en qué momento el FBI, que según afirman solo notificó la relación de Petraeus con Broadwell a la Casa Blanca tras la reelección de Obama, proporcionó esa información al secretario de Justicia y al director del FBI porque ambos se han negado a desvelarlo.

Tampoco se sabe por qué esa información no se proporcionó al Congreso, según afirma la senadora demócrata Dianne Feinstein que dirige el comité de Inteligencia. Ni por qué sí se notificó a algún otro legislador como el republicano Erik Cantor a finales de octubre.

Está también el asunto de la declaración de Petraeus ante el Congreso por el ataque terrorista al consulado de Bengasi. En esa comparecencia estará este jueves su sustituto temporal, Michael Morell, pero cada vez más legisladores piden que después testifique el exdirector de la CIA, aunque legalmente no está obligado.

Feinstein dijo este fin de semana que a pesar de haber dimitido, «podría ser llamado a declarar» y republicanos como Trey Gowdy o Jason Chaffetz han sido aún más explícitos: «Petraeus tendrá que declarar».