El país transalpino, en vilo a la espera de si Monti decide presentarse a las elecciones
21 dic 2012 . Actualizado a las 22:01 h.Mario Monti, el hombre tranquilo que consiguió devolver la credibilidad internacional a Italia tras trece meses al frente de su Gobierno, dimitió hoy como primer ministro italiano con el país en vilo a la espera de su próximo movimiento que desvelará el domingo en rueda de prensa.
La incertidumbre planea aún sobre Italia ante la posibilidad de que Monti acepte concurrir a las elecciones generales del 24 de febrero de 2013 apoyado por partidos y sectores de centro, que apuestan por un Ejecutivo «Monti bis», al igual que el Partido Popular Europeo (PPE) y otras instancias europeas.
El 17 de noviembre de 2011, tras la dimisión de Silvio Berlusconi, el presidente de la República italiana, Giorgio Napolitano, encargó a Monti la formación de un nuevo Gobierno (integrado totalmente por tecnócratas), ante lo insostenible de la situación económica, con una prima de riesgo desbocada y las dudas de los mercados que planeaban sobre el país.
Monti precipitó su salida al perder el apoyo parlamentario del Pueblo de la Libertad (PDL), el partido de Berlusconi, lo que le llevó el pasado día 8 a anunciar su dimisión una vez fuera aprobada la Ley de Presupuestos.
Mario Monti ha sido lo contrario de Berlusconi. Sus escasas apariciones públicas las hizo del brazo de su esposa, Elsa, con quien tiene dos hijos, camino de la misa dominical o en una función lírica de la Scala de Milán, con un estilo de vida muy lejano de los excesos de «Il Cavaliere».
Nacido en Varese (norte de Italia) el 19 de marzo de 1943, cursó estudios clásicos en los jesuitas en el Instituto León XIII de Milán, que le dejaron la impronta de una capacidad de análisis casi cartesiana.
Después se doctoró en Ciencias Económicas y Comerciales por la Universidad Bocconi para ampliar posteriormente su formación en la Universidad de Yale, en Estados Unidos, y ocupar cargos de gran responsabilidad en Bruselas, como el de comisario europeo de Mercado Interior y de Competencia.
Su prestigio internacional como experto económico y decidida vocación europeísta ha logrado colocar a Italia en la primera línea de Europa y ha sabido granjearse la confianza de la canciller alemana, Angela Merkel que lo convirtió en sus principal interlocutor.
Monti comenzó su labor de gobierno intentando recuperar la credibilidad de Italia en Europa, por lo que realizó treinta visitas internacionales a China, Estados Unidos, Japón, Libia, Líbano, Argelia y a las principales capitales europeas.
Pocas semanas después de su nombramiento abordó las cuentas italianas y, el 4 de diciembre de 2011, el Gobierno presentó un contundente plan de ajuste por un valor de 30.000 millones de euros.
Todas las medidas adoptadas por el Ejecutivo de tecnócratas eran explicadas y desmenuzadas por Monti en continuas comparecencias ante los medios de comunicación.
Monti hizo gala también de un fino sentido de la ironía de corte más anglosajón que italiano como el día que relató que a su nieto lo llamaban en la guardería «spread» o prima de riesgo sin alterar su tono monocorde de reputado profesor.
Hombre riguroso, racional en exceso, con gran capacidad de cálculo y con una prudencia natural, Mario Monti reintrodujo el impuesto de bienes inmuebles para la primera vivienda, que Berlusconi había retirado, y también la llamada «spending review», con la que se recortó los gastos públicos.
También logró recaudar 13.000 millones de euros en la lucha contra la evasión fiscal realizando en este año 667.000 controles fiscales.
Puso en marcha un paquete de liberalizaciones y de simplificación de los trámites burocráticos que recibió los elogios de Europa y ayudó a relajar la prima de riesgo de Italia por debajo de los 300 puntos.
El gobierno de Monti también presentó durante este año una polémica reforma laboral que, ante las presiones de algunos partidos y de los sindicatos, se redujo a pocos cambios.
Tras la aprobación de la Ley de Presupuestos, su última iniciativa antes de terminar su mandato y con el que pretende un ajuste de 11.600 millones de euros repartidos durante los próximos tres años y cerrar 2013 con un déficit público del 1,6 % del PIB, el tipo general aumentará solo un punto (frente a los dos previstos antes), del 21 al 22 %.