La muerte de Hugo Chávez abre para Estados Unidos la posibilidad de mejorar las tensas relaciones bilaterales. Pero también hay cautela a la hora de analizar cuándo puede abrirse ese nuevo capítulo. Los analistas destacan la necesidad de que Washington se mantenga alejado por ahora del Gobierno de Caracas, porque cualquier acercamiento repentino sería visto como un intento de intervención.
El breve comunicado emitido por Barack Obama tras la muerte de su homólogo venezolano parece querer decir todo eso de forma sutil: «Ahora que Venezuela abre un nuevo capítulo en su historia, EE.?UU. reafirma su compromiso con las políticas que promuevan los principios democráticos, el estado de Derecho y la defensa de los derechos humanos».
La Casa Blanca no va a perder de vista lo que suceda en las próximas semanas en Venezuela. Pero parece que lo único que va a hacer es eso: vigilar. Y una muestra es que no ha tomado ninguna medida por la expulsión poco antes de la muerte de Chávez de dos agregados militares de la embajada en Caracas, acusados de intentar «desestabilizar».
En cuanto a las reacciones personales, van desde calificativos de dictador del congresista cubano-estadounidense Ileana Ros-Lehtinen, a las palabras de pésame del expresidente Jimmy Carter y a las alabanzas de Sean Penn -«perdí a un amigo que tuve la bendición de conocer»- o Oliver Stone -«lloro a un gran héroe»-.
Los dirigentes de Europa se limitaron a destacar la fuerte personalidad de Chávez y a lamentar su muerte, además de pedir una profundización de las relaciones. François Hollande lo elogió como un «luchador por la justicia», y la UE destacó el «desarrollo social» y la «contribución a la integración regional en Sudamérica».