Aunque todos los líderes lo nieguen, Italia va de cabeza a unos comicios anticipados, posiblemente en junio, y es a la luz de esto que hay que analizar la elección ayer de los presidentes de las cámaras. El escarceo tuvo un ganador, el Partido Democrático de Pier Luigi Bersani, y dos derrotados: el cómico Beppe Grillo y el, por otra parte, cada vez más cómico Mario Monti.
La victoria de Bersani no está en el hecho de que haya logrado las dos cámaras. Esas presidencias poco valen en una legislatura que se anuncia meteórica. El asunto es que, queriendo atraer a Monti y Grillo a su causa, les ha debilitado.
A Monti, sabedor de su humildad franciscana, le ofreció la presidencia del Senado a cambio de su apoyo. Monti dijo sí, pero el presidente de la República, Giorgio Napolitano, le recordó que es todavía el primer ministro y no puede irse así como así. Entonces, Monti dio orden de votar en blanco, para irritación de sus seguidores, que empiezan a hartarse de su ambición personal.
Para atraerse a Beppe Grillo, por otra parte, Bersani propuso dos candidatos singulares: para la presidencia del Congreso a la activista de derechos humanos Laura Boldrini, que no pertenece al PD sino a su aliado más a la izquierda, el SEL, y para la del Senado al prestigioso fiscal antimafia Piero Grasso.
A este último, sobre todo, querían votarle los representantes «grillianos» venidos de Sicilia. Pero esto suponía renunciar a la estrategia de no implicarse en nada a la espera que el sistema se derrumbe. Hubo discusiones, desacuerdos y finalmente, en una tensa votación interna salió decantarse por el voto en blanco. Sin embargo, una vez en la votación del Senado, quince «montianos» y «grillianos» rompieron filas y votaron por Grasso.
Esto socava la autoridad de Monti y Grillo y anuncia futuras borrascas. Bersani se frotaba ayer las manos pensando en que si esas divisiones internas se ahondan en las fuerzas de sus vecinos, en las próximas elecciones recuperará muchos de los votos que le «robaron», sin tener que aliarse con ellos ni hacerles concesiones.
De momento, ya ni se habla de la posibilidad de apoyar a Monti para la presidencia de la República (otro de los numerosos puestos a los que tenía echado el ojo) y cobra fuerza volver a apoyar al actual presidente Giorgio Napolitano. Pero también Bersani tiene sus problemas. Por una parte, Matteo Renzi, el candidato del ala derecha al que derrotó en las primarias está otra vez al acecho. Por otra, la fijación con Grillo y Monti parece estarle llevando al eterno error en el análisis político italiano: subestimar a Silivio Berlusconi.
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