Irán apuesta por romper su aislamiento

Miguel A. Murado

INTERNACIONAL

<span lang= es-es >Rohaní asume como presidente</span>. El líder supremo, ayatolá Alí Jamenei, ratificó ayer a Hasán Rohaní como nuevo presidente de Irán, en presencia de su antecesor Ahmadineyad.
Rohaní asume como presidente. El líder supremo, ayatolá Alí Jamenei, ratificó ayer a Hasán Rohaní como nuevo presidente de Irán, en presencia de su antecesor Ahmadineyad. Efe< / span>

El líder supremo ratificó a Hasán Rohaní como nuevo presidente del país asiático, en presencia de su antecesor Ahmadineyad

04 ago 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

La toma de posesión ayer del nuevo presidente iraní, Hasán Rohaní, pretendía mandar un mensaje: Irán va a salir de su aislamiento. O al menos lo va a intentar. La insólita asistencia de altas representaciones de Irak, Afganistán y Pakistán quería mostrar que la presencia militar norteamericana en esos tres vecinos no ha logrado crear un «cordón sanitario» en torno a la república islámica; la de delegaciones de la India y Rusia, que a pesar de las sanciones económicas Teherán conserva socios comerciales importantes. En cuanto a la Unión Europea, el envío de Javier Solana resulta un tanto más enigmático: sin un cargo concreto en estos momentos, su presencia puede entenderse a medio camino entre el turismo y la diplomacia.

Pero más importantes son los gestos mutuos con un país enfáticamente ausente de ceremonia. Estados Unidos ha hecho saber discretamente que le ha sorprendido para bien la decisión de Rohaní de nombrar a Mohamad Javad Zarif como ministro de Asuntos Exteriores. Al hasta ahora delegado iraní en la ONU se le respeta secretamente en Washington por su pragmatismo. Fue él quien medió en la década de los ochenta la liberación de los rehenes norteamericanos en el Líbano, y también quien acordó el fin del régimen talibán en Afganistán. Zarif fue quien redactó la ambiciosa propuesta de paz del 2003 que hubiese puesto fin a la hostilidad entre Estados Unidos e Irán, y que se vino abajo cuando George W. Bush decidió repentinamente invadir Irak. Pero el propio presidente Rohaní tiene un historial parecido de pragmatismo: él fue el muñidor del acuerdo cuatripartito con la UE para la suspensión del programa de enriquecimiento de uranio, por ejemplo.

Dentro de lo posible, pues, Occidente no podría soñar con mejores interlocutores. Pero que se vaya camino del deshielo es ya otra cosa. Una de las grandes verdades ocultas de la política internacional es que el conflicto en torno al programa nuclear iraní es lo que se conoce como un «conflicto instrumental»: cumple un propósito más allá de la cuestión en sí, en este caso el si Irán puede llegar a fabricar un arma nuclear o no (lo que, en el fondo, es casi irrelevante). La sospecha en Teherán es que incluso si cediesen en todo lo que se les exige nunca verían su estatus normalizado en Washington. Los aliados de este en la zona (Arabia Saudí e Israel, principalmente) nunca lo permitirían. Por eso se dice que Rohaní ha diseñado una estrategia en la que buscará una vía de entendimiento con Arabia Saudí, al menos. Es extremadamente difícil, en estos momentos en los que ambos países se enfrentan en Siria. Pero si la guerra termina pronto, como las rápidas victorias gubernamentales permiten sospechar, no sería imposible rebajar la tensión.

De momento, al menos, el nuevo presidente ya ha logrado algo para su país: las instrucciones para un ataque contra Irán se ha quedado de momento en un cajón de la Casa Blanca.

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