El caos en el partido de Berlusconi podría favorecer a Enrico Letta

Agencias

INTERNACIONAL

El primer ministro socialdemócrata italiano pedirá el miércoles la confianza del Parlamento para seguir gobernando

01 oct 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

El caos y las divisiones generadas en el partido de Silvio Berlusconi tras la dimisión de sus cinco ministros podría favorecer al primer ministro socialdemócrata Enrico Letta, quien pedirá el miércoles la confianza del Parlamento para seguir gobernando.

La incógnita se asienta, basicamente, sobre las filas del PDL en el Senado, la Cámara en la que el centroizquierda de Letta no consiguió la mayoría absoluta en las elecciones de febrero y donde el primer ministro se someterá en primer lugar al voto parlamentario. La cita con el Senado llegará a las 09.30 hora local (07.30 GMT), y a las 16.00 (14.00 GMT) con la Cámara de los Diputados, momentos en los que Letta comparecerá para pedir un apoyo a su labor de Gobierno.

La principal alternativa para evitar nuevas elecciones -un escenario que no gusta ni al presidente de la República, Giorgio Napolitano, ni, visto lo visto hoy, tampoco a los mercados- pasa ahora por esperar que algunos senadores del Movimiento 5 Estrellas del cómico Beppe Grillo o del PDL rompan la disciplina de voto y refrenden la labor de Gobierno de Letta. Pero no se descarta que el partido de Berlusconi pueda decidir no provocar la caída del Gobierno y mantenerlo con un apoyo externo puntual sobre las distintas cuestiones económicas que vaya aprobando Letta por responsabilidad a unas finanzas italianas que en los últimos días han venido sufriendo las consecuencias del temor sobre la inestabilidad gubernamental.

La división en el PDL entre los llamados «halcones» y las «palomas», es decir, radicales y moderados, es evidente y el propio secretario político del partido, el hasta ahora viceprimer ministro y titular de Interior, Angelino Alfano, ha dejado claro que no está a favor de las «posiciones extremistas» que han llevado a esta situación. Alfano, junto a los otro cuatro ministros del PDL del Gobierno, formalizaron hoy su «dimisión irrevocable», a la que les «invitó» Berlusconi el pasado sábado y de la que ellos se han distanciado en las últimas horas, llegando dos de ellos a asegurar que no entrarán en la remozada Forza Italia que il Cavaliere quiere relanzar.

Los cinco ministros, Nunzia De Girolamo, Beatrice Lorenzin, Maurizio Lupi, Gaetano Quagliariello y Alfano, publicaron además un comunicado en el que aseguran que no se dejarán intimidar por ataques como los lanzados este lunes por el periódico Il Giornale, propiedad de la familia Berlusconi. «Está bien decir enseguida al director de Il Giornale, por el respeto que tenemos hacia la cabecera que dirige y una vez leído su artículo de fondo de hoy, que nosotros no tenemos miedo. Si piensa intimidarnos a nosotros y al libre debate en nuestro movimiento político, se equivoca de plano», afirman en el texto. En el artículo editorial, el director del periódico, Alessandro Sallusti, dejaba entrever una comparación de estos cinco ministros con el antiguo aliado de Berlusconi, Gianfranco Fini, quien fue expulsado del partido y creó después su propio movimiento por las diferencias con il Cavaliere.

Por el momento, las reuniones de los distintos partidos se suceden, incluida una de la cúpula del PDL en la residencia romana de Berlusconi, y Letta y Napolitano piensan de dónde pueden venir esa veintena de senadores que necesitarían para que el Ejecutivo siguiera adelante y llevara a cabo iniciativas tan importantes como la aprobación de los presupuestos del 2014. En cualquier caso, el fantasma de unas nuevas elecciones lo quieren evitar a toda costa tanto la formación de Letta, el progresista Partido Demócrata (PD), como la jefatura del Estado, habida cuenta de que, de hacerlo ahora, se votaría de nuevo con el sistema que dio lugar al incierto resultado del pasado febrero.

Sobre la crisis de Gobierno abierta en Italia se pronunció hoy también el vespertino del Vaticano, L'Osservatore Romano, que en un artículo tacha lo sucedido de «irresponsable» no solo por sus consecuencias económicas, sino también por la «credibilidad de toda la clase política italiana».