La ciudad más cosmopolita de África llora y agradece el sacrificio del «prisionero, presidente y padre de una nación»
09 dic 2013 . Actualizado a las 07:00 h.El centro estará cerrado durante varios días. El sol brilla con fuerza y una suave brisa baña el Civic Centre de Ciudad del Cabo, donde se congregan constantemente cientos de personas que quieren despedir a Nelson Mandela. La ciudad más cosmopolita de África llora y agradece el sacrificio del «prisionero, presidente y padre de una nación»...
Los ojos de una mujer están vidriosos, y su pálido rostro, humedecido. Su esposo la agarra del hombro mientras ella lee los enternecedores mensajes que otros sudafricanos y admiradores de la figura de Nelson Mandela llegados de varias partes del mundo han depositado cerca del City Hall de Ciudad del Cabo. Destila emoción al tiempo que dobla su rodilla y agacha la cabeza enfrente del edificio que 23 años atrás acogió el discurso que Mandela pronunció tras ser excarcelado. Precisamente, allí, en el histórico edificio, cuelgan dos gigantescas imágenes del emblemático líder. Las flores jalonan la valla que separa un gran escenario de la cola habilitada para dejar mensajes.
Hay miles de ramos, banderas y emotivas dedicatorias en las que sobresalen palabras como libertad, unión, respeto e igualdad que dan color a la entrada del Ayuntamiento. La nación se siente huérfana, pero, paradójicamente, celebra el sempiterno legado que Mandela arrojó regateando el rencor y la venganza.
Al otro lado de la valla, centenares de personas de diversas razas cantan al unísono y bailan con fervor desplazándose por la inmensa plaza de Gran Parade. Retumba Shosholoza, una canción originaria de Zimbabue que es muy popular en Sudáfrica y que significa ir hacia adelante. Entretanto, algún vendedor avezado hace su particular agosto con camisetas que lucen el rostro de «Tata Madiba».
Nicolette Rotter se limpia las lágrimas tras rendir su particular tributo, despedirse. Tiene 38 años, trabaja como directora financiera y es blanca. Sigue emocionada. El principal mensaje que desliza es que gracias a Mandela los niños de Sudáfrica tienen hoy «un gran país». «Las dos lecciones que ha dejado para las próximas generaciones son que el color de la piel o la religión no significan nada. No nacemos con odio. Es algo que aprendemos al igual que podemos aprender a amar», explica. Un mensaje que hila con el de Yoliswe Ntozini, una chica negra de 31 años que trabaja para una empresa de telefonía y que asevera que gracias al premio nobel de la paz pueden «salir a la calle, ir a los mismos sitios y conseguir los mismos trabajos que el resto de los sudafricanos». Y subraya la trascendencia de su lucha por la educación gratuita para todo el mundo. Sin embargo, para Gareth Trague, un arquitecto de 29 años y también de raza blanca que no para de bailar abrazado a sudafricanos de color, su principal mensaje es el «respeto a los demás y a los derechos humanos».