Un fotógrafo de Newtown inmortaliza a niños armados por una buena causa
INTERNACIONAL
Greg Cohen pretende apurar el debate nacional sobre el acceso a las armas de fuego
10 dic 2013 . Actualizado a las 23:35 h.Yuliana tiene 5 años y pelo moreno con una media melena que se deja caer sobre sus hombros. Sus ojos miran fijamente, inquisidores, mientras apoya sus manos sobre el cañón de un AR-15, rifle de asalto similar al empleado hace un año por Adam Lanza en la matanza de Newtown.
Esa imagen es una de las veinte que componen la exposición «Farewell to Arms» que el fotógrafo Greg Cohen presenta el próximo jueves, 12 de diciembre, en la galería The Perfect Exposure de Los Ángeles, una colección incómoda de ver, generada para mover conciencias y azuzar el debate nacional sobre el acceso a las armas de fuego.
Cohen, de 43 años, nació y se crió en Newtown, en Connecticut, donde el 14 de diciembre del 2012 se produjo el segundo tiroteo más mortífero de EE.UU., el que ocurrió en la escuela Sandy Hook y se cobró la vida de dos decenas de niños y seis adultos.
Aquel suceso conmocionó al país y marcó a los habitantes de esa localidad, que en estas fechas revive la tragedia. A Cohen, que viajó hasta allí tras el incidente, aún se le forma un nudo en la garganta cuando hace memoria.
«Es un asunto muy sensible. La gente todavía está con lágrimas en los ojos», asegura el fotógrafo que, empujado por sus emociones, se embarcó en el controvertido proyecto de armar a un grupo de niños con pistolas y fusiles de plástico para reivindicar, a fuerza de imágenes, medidas que pongan coto al gatillo fácil.
Su primer paso fue publicar sus planes a través de un blog donde se encontró con la comprensión de suficientes padres dispuestos a que sus hijos fueran los portadores de un mensaje visual de esos que valen más que mil palabras.
Tomó las fotografías en Los Ángeles, ciudad donde reside, no sin antes conversar con los progenitores y tratar de conectar con sus pequeños modelos, consciente de lo delicado del asunto.
«Gestionar esto es complicado, he sufrido durante todo el proceso», reconoce Cohen, que deja claro que los niños «tristemente ya sabían lo que eran las armas» aunque durante las sesiones se evitó que jugaran con ellas.
«Solo se las daba cuando estaban en posición (para tomar la imagen)», explicó el retratista, que pedía a los niños que pensaran que estaban sosteniendo un palo o una almohada y que, para conseguir una expresión de contrariedad, les proponía que imaginaran situaciones en las que habían sentido rechazo.
«Quería que te observaran exigiendo una respuesta a los adultos (sobre las armas). ¿Estáis de broma? ¡tenéis que hacer algo!», contó.
El magnetismo de esas fotografías reside, según comenta Cohen, en que son niños que resultan cercanos al espectador y que posan de forma intencionada con un fusil, una idea que puede «molestar» a muchos en una sociedad bastante insensibilizada ante instantáneas de menores armados en un entorno bélico que resulta emocionalmente lejano.
En total contó con pequeños de edades comprendidas entre los 3 y los 10 años y de diferentes orígenes étnicos, desde hispanos a asiáticos, pasando por afroamericanos y niños rubios de ojos claros.
Cohen explicó que ha recibido muestras de apoyo de algunos de sus conciudadanos de Newtown y que la organización contra la violencia de las armas Newtown Action Alliance se interesó por su trabajo, aunque de forma extraoficial.
De hecho, ninguna institución ha dado un paso al frente y ha hecho suyo el proyecto por resultar potencialmente muy polémico.
«Creo que están esperando a ver cómo reacciona la gente», manifestó el autor especializado en retratos y reportajes que le han llevado hasta Camboya a tomar fotos de huérfanos, si bien su nueva exposición gana en osadía.
Reconoce que hace el estreno en Los Ángeles y no en Newtown para evitar herir sensibilidades, pero insiste en que le mueve un ideal y no el ansia de protagonismo.
«Pensar que estoy explotando Newtown o aprovechándome de una tragedia de una magnitud como ésta..., no hay nada de verdad en ello», constata Cohen, que confía en que una vez que pasen las seis semanas de exhibición en Los Ángeles, otras galerías y museos se interesen por la muestra.
Las imágenes se pondrán a la venta, según confirmó el dueño de la galería, Armando Arorizo, por 1.500 dólares cada una. Parte de la recaudación irá destinada a la financiación de campañas por el control de las armas de fuego en EE.UU.