Los países del este ven con alarma la amenaza rusa sobre sus fronteras
07 mar 2014 . Actualizado a las 07:00 h.La Unión Europea, a través de su presidente, Herman van Rompuy, elevó ayer la presión internacional sobre Vladimir Putin para advertirle de que o recula en su arriesgada maniobra militar en Crimea o los Veintiocho, sin fisuras, están dispuestos a impulsar sanciones económicas.
Los líderes de la UE acordaron de forma unánime dar a Putin una última oportunidad para rebajar la tensión en Crimea y, si Moscú decide seguir tomando decisiones unilaterales y «avanzar en la dirección equivocada», la Unión comenzará a aplicar de forma inmediata una hoja de ruta sancionadora. De momento, solo se ha activado el primer paso: la suspensión de las negociaciones bilaterales sobre visados y libre comercio, que siguen paralizadas desde el 2010.
La decisión no fue fácil. Desde el principio se pudo percibir la profunda fractura que ha ocasionado el conflicto de Ucrania entre el bloque de países del este y el bloque occidental. Los países Bálticos (Estonia, Letonia y Lituania) adoptaron junto con Polonia, Hungría y Dinamarca las posiciones más duras. Alarmados por el riesgo para su integridad territorial de un conflicto bélico, exigieron al resto de los países de la Unión una respuesta contundente y un castigo ejemplar contra Moscú: «Europa sigue sin entender lo que ocurre. Esto es una señal que Rusia nos envía y que debemos entender correctamente», advirtió la presidenta lituana, Dalia Grybauskaite.
Las discusiones fueron «tormentosas», reconoció el primer ministro polaco, Donald Tusk. La desesperante calma de algunos socios, como Alemania, Bélgica, Grecia, España e Italia, obligó a los vecinos del este a lanzar un ultimátum: «Después de Ucrania vendrá Moldavia y después otro país. Hay que actuar. Estamos tratando con una agresión abierta y brutal», espetó Grybauskaite. El primer ministro sueco, Frederik Reinfeldt, reconoció que las medidas aprobadas tras la reunión no serán eficaces: «Las únicas sanciones que pueden funcionar son las sanciones contra dirigentes rusos».
Respuesta tibia en el oeste
En las antiguas repúblicas soviéticas bálticas el temor es fundado. Un alto porcentaje de la población es rusoparlante y los lazos culturales todavía persisten. Frente a la indignación y el miedo que despierta en el este la invasión rusa de Crimea, el oeste sigue apostando por la vía diplomática y las sanciones graduales: «Hay que hacer lo posible para que la sangre no corra», pidió ayer el primer ministro belga, Elio di Rupo. La canciller alemana, Angela Merkel, se limitó a recalcar el carácter «ilegal» del referendo, pero durante la reunión a puerta cerrada se opuso, pensando en el suministro de gas, a radicalizar las sanciones.
El Reino Unido, sin embargo, se mostró a favor de endurecer las sanciones: «Habrá consecuencias negativas para la UE, pero hay que responder a esta agresión», reconoció el premier británico, David Cameron.
También se confirmó la ausencia de los 28 Estados de la Unión en la cumbre que el G-8 tenía convocada para junio en Sochi (Rusia). Europa pide a Putin que permita el acceso inmediato de observadores internacionales, que retire las tropas del territorio ucraniano y que se siente a hablar en los próximos días con el Gobierno de Kiev, al que no reconoce.