El nuevo primer ministro de Francia es un catalán nacionalizado y un declarado hincha del Barça (un primo de su padre es el autor del himno). Manuel Valls representa la postura socialista menos acomplejada en el tratamiento con mano dura de la delincuencia y la inmigración. La izquierda le reprocha sus exabruptos sobre que los gitanos rumanos y búlgaros, a los que acusó de no querer integrarse, y seguir la política de expulsiones de Sarkozy.
Valls (Barcelona, 1962) es hijo del pintor figurativo Xavier Valls, que en los primera década de la dictadura franquista emigró a París, donde conoció a su esposa Luisangela Galfetti, hija de un arquitecto italo-suizo. En la casa-taller familiar, enclavada en medio del río Sena, se crio en un entorno tan católico como republicano y respiró un ambiente intelectual y artístico en el que aprendió a hablar el francés, catalán, español e italiano.
Con el carné del PS desde los 17 años, el joven militante no pudo votar en 1981 por François Mitterrand en la conquista del poder por la izquierda. A los 20 años se naturalizó francés, ya que no se podía optar por la doble nacionalidad.
De Rocard a DSK
Desde el inicio de su carrera política transitó por la vía paralela de la segunda izquierda de la mano de Michel Rocard, que asistió en 1987 a su boda con Nathalie Soulié, con la que tuvo sus cuatro hijos.
Compartió despacho con Hollande en la sede parisiense del PS entre 1995 y 1997. Pero la confianza entre ambos se rompió cuando Valls defendió en el 2004 el no a la Constitución europea. Seguidor de Dominique Strauss-Kahn, se presentó a las primarias socialistas cuando su mentor arruinó su reputación con sus escándalos sexuales. Tras obtener solo el 5,7 % de los votos, fue el primero en alinearse con Hollande, el vencedor, que le nombró director de comunicación de su campaña. En esos años estrechó lazos con su vecina de despacho, la periodista Valérie Trierweiler, muy amiga de su segunda esposa, la violinista Anne Gravoin.
Como alcalde del suburbio de Evry conoció sobre el terreno el problema de la inseguridad, la inmigración y la integración social. Como ministro de Interior contó entre sus colaboradores a su amigo de la infancia Alain Bauer, criminólogo, asesor de Sarkozy y ex gran maestre del Grand Oriente de Francia, a la que Valls también estuvo afiliado. Sus críticos le reprochan su ambición y su carácter cortante.