Un asesino en un laberinto de ADN

Íñigo Domínguez ROMA / COLPISA

INTERNACIONAL

GIAMPAOLO MAGNI

Arrestan en Italia al homicida de una niña tras una búsqueda de tres años a partir de una gota de sangre y pruebas genéticas a 18.000 personas

18 jun 2014 . Actualizado a las 11:46 h.

El asesino era un vecino de la comarca, tenían su ADN, pero no sabían quién era. La única manera de atraparlo era ir mirando uno por uno. En una operación sin precedentes, la policía italiana ha pasado más de tres años haciendo pruebas de ADN a 18.000 personas, siguiendo una pista llena de sorpresas, incluso para los propios protagonistas. Porque la genética ha reescrito la verdad de dos familias, con secretos ocultos, con hijos y padres desconocidos, en las que se escondía el asesino. Llegaron a él este lunes por una familia que ni sabía que tenía.

El asesino de Yara Gambirasio, una niña de 13 años de un pueblo de Bérgamo, dejó una gota de sangre en los leotardos de su víctima, al cortarse un dedo al rasgar la ropa con un cúter. Esa gota de sangre abrió a los investigadores el camino que los llevó a Giuseppe Massimo Bossetti, de 44 años, casado, con un hijo de 13 y dos hijas, de 10 y 7. Guapete, bronceado, en Facebook acaricia un perrito y un gato negro y, por supuesto, para sus vecinos es alguien completamente normal.

Yara desapareció el 26 de noviembre del 2010 cuando volvía de noche de clase de gimnasia en Brembate di Sopra (8.000 habitantes), una llanura neblinosa e industrial. La policía tenía una sola pista, el rastro que los perros seguían hasta las obras de un centro comercial. A los nueve días fue arrestado un marroquí, albañil en las obras, cuando se iba en barco a África. En una conversación grabada en árabe hablaba, en principio, del asesinato de una mujer. Bullían las reacciones xenófobas cuando se aclaró que era una de esas chapuzas italianas: hubo un error en la traducción. El caso empezaba mal, pero luego se enderezó.

El cadáver fue hallado en febrero del 2011 en un descampado a 12 kilómetros del lugar donde desapareció Yara. Allí estaba la gota de sangre. Era como saber todo del asesino menos su nombre. Los agentes lo llamaron Ignoto 1 y comenzaron a hacer pruebas de ADN a familiares, vecinos, compañeros del gimnasio. También a los habituales de la discoteca Arenas Movedizas, cercana a donde apareció el cuerpo. A los nueve meses se hizo algo de luz: un joven de la discoteca tenía un ADN similar. La atención se centró en su familia e hicieron regresar a parientes del extranjero, hasta llegar a tres primos lejanos. Pero ninguno de ellos era el asesino y su padre había muerto en 1999. Parecía un callejón sin salida, pero los policías pudieron verificar el ADN del padre por la saliva de un sello. El resultado fue asombroso y parecía sin sentido: ese señor, Giuseppe Guerinoni, era el padre del asesino.

¿Un hijo ilegítimo?

Se creó un problema familiar, porque la única explicación era que el difunto tuviera un hijo secreto. Su viuda lo negó airada, pero para los investigadores era seguro y así lo anunciaron en septiembre del 2012: sabían quién era el padre del asesino, a quien identificaron en los medios, pero no sabían quién era su madre ni quién era él. Les había costado 10.000 pruebas. Aún no lo sabían, pero necesitarían 8.000 más.

En ese momento, quizá atónita ante la televisión, hubo otra persona, además del asesino, que sabía quién: su madre, que permaneció escondida. Las investigaciones bajaron a la calle, a los rumores de pueblo, a los viejos amigos del difunto. Se hizo una lista de las mujeres que, por edad y residencia, podían haber conocido a Guerinoni: 525. En los setenta era conductor del bus de línea. En marzo del 2013, la familia de Guerinoni accedió a exhumar el cadáver para salir de dudas.

Sí, había tenido un desliz de juventud que había ocultado toda su vida. Salvo a un amigo, que dio indicaciones genéricas a la policía de una joven. Pero ni siquiera está claro que supiera que había tenido un hijo. Es más, es que tuvo dos, gemelos.

Control de alcoholemia

Esa joven, que hoy es una señora de 67 años, fue localizada. Se llama Ester Arzuffi, y el ADN reveló el viernes que es la madre del asesino. Ella también había guardado su secreto. En 1970 tuvo un romance con Guerinoni, al que conoció en el bus, y se quedó embarazada. Él tenía 34 años y ella 23, los dos estaban casados. Se fue a vivir a otro pueblo con su marido y tuvo gemelos, un chico y una chica. Les puso Giuseppe, como al verdadero padre, y Laura, como a la mujer de este, aunque no se sabe si esto fue casualidad. Luego tuvo un tercer hijo, esta vez de su marido. Todos han descubierto la verdad ahora. Por ejemplo, su marido, que dos de sus hijos no son sus hijos.

Ya sabían quién era el asesino, pero para estar seguros, o por si aparecía otro hijo, los agentes necesitaban su ADN. Montaron el fin de semana un control de alcoholemia en la carretera y le hicieron soplar para obtener su saliva. El ADN habló y dijo lo mismo que aquella gota de sangre. Bossetti es albañil, lo que encajaría el polvo hallado en los pulmones de la víctima. Su teléfono móvil estaba en la zona la noche del crimen. Vive a tres kilómetros del gimnasio de Yara. Caso cerrado, salvo nuevas sorpresas.