La historiadora analiza en «1914» por qué nadie acertó a evitar la Gran Guerra. Esta catedrática en Oxford ha dedicado varios años y su gran talento historiográfico a desentrañar un conflicto con casi nueve millones de víctimas
03 ago 2014 . Actualizado a las 13:18 h.Rectora del Saint Antony's College y gran autoridad en historia contemporánea, Margaret MacMillan ha publicado este año 1914. De la paz a la guerra (Turner), un análisis brillante y certero del «fracaso de la paz» que originó la I Guerra Mundial, un conflicto que «nadie creía posible», pero que segó la vida de casi 9 millones de combatientes, acabó con la Europa de los imperios e impuso un fallido nuevo orden que desencadenó en otra cruel guerra global. MacMillan se pregunta «por qué se acabó la paz» antes que «por qué empezó la guerra». «Pongo el foco en los años previos porque es crucial conocer a qué se renunciaba con la guerra, qué se perdía y por qué y cómo acabó un periodo de paz tan largo y tan próspero», plantea.
Para esta experta, las razones primordiales fueron «el exacerbado militarismo y la escalada imperialista y nacionalista», agudizadas por «la ineptitud» de quienes copaban el poder. Gobernantes y peones de la trama geoestratégica que «tomaron las peores decisiones posibles en cada momento». «Había tantas razones para la guerra como para la paz, pero quienes decidían optaron por una guerra que para todos era evitable», explica. Sobre la pregunta de si nadie supo o quiso ver lo que trajo el asesinato del archiduque Francisco Fernando en Sarajevo, la autora asegura que «Europa había superado infinitud de crisis: Marruecos, Hungría, los Balcanes... Todos creían que esa crisis se arreglaría como las anteriores y nadie se lo tomó muy en serio». «La mayoría de los gobernantes, complacientes e inmunizados, estaban de vacaciones cuando la guerra estalló el 4 de agosto; el ministro de Exteriores británico, Edward Grey, se fue a observar pájaros». «Todos jugaron de farol, creyeron que los demás reaccionarían de otra manera y fallaron en sus cálculos», asevera. Ente tanta inepcia, MacMillan encuentra apenas una cabeza lúcida capaz de anticipar la catástrofe. Jean Jaurés, socialista francés y fundador de L?Humanité? en 1904. «Tenía las ideas muy claras, pero carecía de poder para evitar una guerra cuyas consecuencias anticipó». Fue asesinado el 31 de julio de 1914, tres días antes del estallido, «pero por desgracia sus vaticinios se cumplieron». El magnicidio de Sarajevo fue el detonante «pero cualquier otra chispa hubiera prendido la llama». «La situación balcánica era explosiva. Habían tenido otras guerras, de modo que la I Guerra Mundial era para muchos la tercera guerra de los Balcanes. La tensión entre Serbia y el imperio austrohúngaro era tal que cualquier cosa la hubiera desatado. Austria-Hungría necesitaba aniquilar a Serbia para sentirse segura y se aferraría a cualquier excusa». Si se acepta, como dijo un filósofo francés del XIX, que «una nación es un grupo de gente unido por un sentido equivocado de su propia historia y por el odio del vecino», queda claro que «el nacionalismo fue determinante» en el estallido bélico. «No fue la única causa, pero sí muy importante», apunta MacMillan sobre un nacionalismo que «ahora como entonces se alimenta por reacción a una globalización semejante a la que vivimos hoy».
¿Fue la guerra más cruel del siglo XX? «Es difícil medirlo. Murieron casi nueve millones de soldados, mientras que en la segunda costó la vida a millones de civiles. Lo peor es que no hubo manera de pararla y que de alguna manera la I Guerra continuó hasta la II. Muchos historiadores consideran que entre 1914 y 1945 se libró la guerra europea de los 30 años del siglo XX», apunta. Cree que «Alemania no es definitivamente culpable, pero sí altamente responsable». «Dio un cheque en blanco al imperio Austrohúngaro. Francia y Rusia, al aliarse, hicieron sentirse amenazada a Alemania, e Inglaterra tampoco dejó clara su posición, con lo cual también fomentaron el conflicto». Cree MacMillan que la II Guerra Mundial «también habría sido evitable de no ser por la depresión económica y un personaje como Hitler». Estima imperativo que acertemos a evitar otra guerra mundial. «Confío en que seamos capaces de evitar la III Guerra Mundial», afirma. «Con las armas de hoy una guerra global dejaría un mundo arrasado en el que ni querríamos ni podríamos vivir». Pero evitarla no será fácil. «El papel de China y su posición predominante e intransigente es inquietante. Oriente Medio es un polvorín, como los Balcanes a principios del XX, con muchos conflictos locales que implican a todas las potencias».